miércoles, 31 de diciembre de 2014

84, Charing Cross Road. Helen Hanff.

Relato de un libro epistolar, de los que hablan de libros.

Título: 84, Charing Cross Road
Autora: Helene Hanff
Editorial: Anagrama
Traducción: Javier Calzada
ISBN: 84-339-6982-X
Formato: Rústica con solapas
6ª edición
128 páginas

Sinopsis (tomada de la página de la editorial):

En octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin dinero, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes difíciles de encontrar que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos. Veinte años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en una gran amistad. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en nuestra vida los libros... y las librerías. 84, Charing Cross Road pasó casi inadvertido en el momento de su publicación, pero desde la década de los setenta se ha convertido en un verdadero libro de culto a ambos lados del Atlántico.

Sobre la autora


Helene Hanff (Filadelfia, 1918- Nueva York, 1997), de formación autodidacta, inició su carrera literaria escribiendo obras de teatro y, más adelante, guiones para la televisión, libros infantiles, ensayos históricos y políticos y colaboraciones en el New Yorker y Harper's. La fama le llegó después de publicar 84, Charing Cross Road, un libro que es una delicia para todos los lectores, y que inspiró una película protagonizada por Anne Bancroft y Anthony Hopkins.



Impresiones sobre el libro

El título del libro hace referencia a la dirección en Londres de una librería, Marks & Co., especializada en libros agotados,  a la que se dirige por carta Helene Hanff, una escritora pobre que ama los libros antiguos pero que desea que estos estén en buen estado y a un precio razonable, y eso es algo que no siempre consigue en la ciudad en la que vive, Nueva York.

La correspondencia entre la escritora y la librería londinense especializada se inicia en 1949 y va a continuar a lo largo de los años, creándose una cierta amistad entre los trabajadores londinenses y la exigente lectora (reconozco que la mayoría de los títulos que se citan en las cartas como pedidos de Helen Hanff me resultan desconocidos). A pesar de la distancia que separa Nueva York de Londres, los libros llegan en buen estado, aunque cuando la protagonista no se siente satisfecha con el pedido no duda en protestar vía misiva para que en un próximo envío tomen más en cuenta sus gustos. No obstante, se establece una buena amistad entre cliente y librería, que darán como resultado una asidua correspondencia que finalmente se publicaría en forma de libro dando lugar al ejemplar que hoy reseñamos.

La protagonista sabe valorar los libros, algunos con hojas de tacto suave como si fueran pergamino; los libros a los que ella estaba acostumbrada eran de edición barata y tapas de cartón duro. En el propio sobre en el que introducía la carta en la que solicitaba sus libros, enviaba los dólares para pagarlos, previa conversión de la factura que era enviada desde Londres en libras, chelines y peniques. Cuando ella enviaba más dinero que el necesario para el pago, éste quedaba a cuenta de un próximo pedido. A pesar de que en la librería les resultaría más fácil recibir un giro postal con el importe de la factura, Helen confiaba mucho en el correo aéreo de los Estados Unidos y en el Servicio Postal de Su Majestad.

Si algo rebosa en el libro es la confianza mutua que pronto toman los unos con los otros, dato que también puede apreciarse cuando la autora envía alimentos a los londinenses, que tenían racionada la comida, como regalo de Navidad y por Pascua. Helen no podía entender cómo Estados Unidos permitía que Inglaterra pasara hambre, mientras derrochaba millones en reconstruir Japón y Alemania. Ella contribuía con sus regalos de comida a que los trabajadores de la librería pasaran unos mejores momentos, dentro de sus posibilidades económicas que en principio no eran muchas.

Las cartas enviadas desde la librería están firmadas por FPD. Los señores Marks y Cohen son los propietarios de la librería, en que trabajan seis personas más, pero con el paso del tiempo Helen se enterará de que las misivas son enviadas principalmente por Frank Doel, con el que Helen mantendrá la correspondencia principal. Por Cecily Farr, una trabajadora de la librería que se atreve a escribir a Helen, ésta se enterará de que Frank Doel es una persona encantadora. Todos en la librería estarían contentos si Helen pudiera visitar Londres y su establecimiento en algún momento de su vida, y están encantados con las cartas que reciben de ella y con sus regalos, y todos imaginan cómo podía ser. Ella disfrutaría si pudiera visitar la ciudad algún día, porque según un amigo "la Inglaterra de la literatura inglesa está allí".

A pesar de que en ocasiones los pedidos de Helen tardan tiempo en ser satisfechos (a esa librería no siempre llegan los libros que ella desea, a pesar de que se nutren principalmente de las bibliotecas de viejas mansiones), ella ya no busca en ningún otro sitio, confía plenamente en ellos y en su criterio porque ya conocen sus gustos; además "Londres se encuentra muchísimo más cerca que la calle 17".

Helen ganaba unos cuarenta dólares revisando guiones, y ahora un productor le ofrece escribirlos para una serie televisiva; con el aumento de sueldo podía seguir comprando libros y enviando paquetes a sus amigos a Londres. Los huevos en polvo, las piezas de carne y el jamón que la escritora manda a Londres como agradecimiento a los trabajadores de la librería son muy apreciados por todos, y a las cartas de agradecimiento se une un ejemplar que reúne la obra de poetas isabelinos, que a la autora le interesaba tener, como regalo, aunque con dedicatoria escrita en una postal al margen, y no en la página de guarda del propio libro.

Maxine, una amiga de Helen, visitará de incógnito la librería y la pondrá en antecedentes de todo lo que ve allí, y se incrementarán las ganas de ella por visitar la ciudad, aunque dependa de ir ahorrando poco a poco para poder afrontar el viaje.

Las cartas que se intercambian entre Londres y Nueva York son bastante realistas, al principio tienen un carácter formal, propio de desconocidos que nada tienen en común; con el tiempo algunas rebosarán ironía y sentido del humor (Helen coge confianza con Frank y no se corta a la hora de increparle por no satisfacer rápido sus peticiones o por tardar en contestar sus misivas). El contacto epistolar mantenido entre ambos fue estrictamente profesional, pero dio lugar a una importante amistad.



El libro está basado en la experiencia de la autora, en las cartas que ella escribe y que su editor decide recopilar; en ellas queda patente su ilusión por visitar Londres y pasar por la librería con la que ha mantenido contacto a lo largo de los años, pero, y quizá es esto decepciona un poco el libro, aunque está basado en hechos reales y no puede cambiarse, siempre ilusionada guardando dinero para poder hacer ese anhelado viaje, cuando al final lo consiga, pasados muchos años, una vez publicado el libro, nada de lo imaginado estaría en pie y no todos los miembros de la plantilla de la librería londinense podrían conocerla. Mientras lees el libro, sientes que todo va a acabar bien y que la historia va a tener un final feliz, pero no siempre los sueños se cumplen. De todas formas, este pequeño libro es un homenaje a los libros y a las librerías, y al estar escrito en estilo epistolar se lee casi de tirón y se disfruta. Recomendado para pasar un buen rato leyendo sobre libros y disfrutando de esa afición.

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