Hoy traemos la reseña del libro "Todo lo que cabe en los bolsillos", de Eva Weaver, gracias al sorteo de cinco ejemplares que llevó a cabo el blog "Libros que voy leyendo".
Si queréis saber quiénes van a participar en la lectura conjunta, no tenéis más que seguir este enlace.
Título original: The Puppet Boy of Warsaw
Título en español: Todo lo que cabe en los bolsillos
Autora: Eva Weaver
Editorial: Espasa Libros, S.L.U.
© De la traducción: Cristina Martín Sanz
Año de publicación: 2013
ISBN: 978-84-670-0771-8
352 páginas.
Encuadernación: Tapa rústica con solapas
Precio: 19'90€
Precio: 19'90€
Sinopsis: Acercamiento a uno de los episodios más cruentos de la historia mundial, de la mano de unos niños y unas marionetas que servirán para hacer llevaderos los momentos más duros que alguien pueda ser capaz de imaginar.
Argumento: La historia comienza en Nueva York, un doce de enero de 2009. El paseo de un abuelo con su nieto Daniel, de trece años, ante un teatro que anunciaba un espectáculo de marionetas, en el que se representaba una historia titulada "El titiritero de Varsovia", hace que los recuerdos del pasado afloren y sirvan de excusa para que Mika, el abuelo, pueda de una vez narrar los terribles recuerdos del pasado, acontecidos en Varsovia cuando él era niño, y que había enterrado en lo más hondo de su corazón, en una caja escondida en el fondo de un armario; son recuerdos que van a retornar en la forma de un viejo abrigo, que había pertenecido a su abuelo y que fue testigo de los crueles hechos que tuvieron lugar en Varsovia durante la ocupación nazi. Quién mejor que su nieto para ser testigo de esta historia.
Mika se remonta a 1938, cuando contaba con doce años de edad, y disfrutaba de la compañía de su madre y su abuelo Tatus, que era profesor de matemáticas en la Universidad de Varsovia. Para celebrar su ascenso a profesor encargó un abrigo a su amigo Nathan, sastre, al que poco a poco iría añadiendo bolsillos interiores. 1938 iba a ser el último año de libertad para Varsovia y para los judíos.
El espectro de la guerra se ceñía sobre la ciudad, y el 1 de septiembre de 1939 comenzaron los bombardeos, que se repetían día y noche, hasta la rendición de la ciudad el 29 de septiembre, lo que trajo nuevas directrices, que anularon las libertades que antes disfrutaban los judíos. El abuelo fue despedido de la universidad, y el propio Mika fue expulsado del colegio (solo por ser judío), lo que supuso un mazazo para él, porque le encantaba aprender. Les obligaron a llevar un brazalete en la manga derecha con una estrella de David de color azul; tuvieron que hacerse nuevas tarjetas de identidad con una J estampada, para obtener las cartillas de razonamiento (el alimento que podían conseguir era mucho menor que el ofrecido a los no judíos).
A finales de octubre de 1940 les obligaron a dejar su piso y fueron enviados a otra parte minúscula de la ciudad (lo que conocemos como gueto, aunque esta palabra estaba prohibida). Unos cuatrocientos mil judíos fueron obligados a realojarse en lo que no era más que una cárcel gigante. La familia de Mika ocupa un piso de dos habitaciones en la calle Gesia 19, que pronto va a tener que compartir.
Mika va a relatarnos en primera persona su devenir en el gueto, las dificultades por las que tienen que pasar todos los judíos allí hacinados, las injusticias que hacen que algunos acaben pagando con la vida. El abrigo de su abuelo, con sus múltiples bolsillos, y los secretos que escondía en su pequeño taller (del tamaño de un armario) ayudarán a Mika a soportar los horrores del día a día. Junto con el abrigo heredó un ejército de marionetas y así dio comienzo su etapa de aprendiz con los títeres de su abuelo.
Mika y su madre pronto tendrán que compartir su diminuto piso con otras dos familias. Ellie, la prima de Mika, le será de gran ayuda con el tema de las marionetas. Mika se convertirá en el titiritero del gueto y actuará ante niños, primero a cambio de comida, pero luego para hacer olvidar el sufrimiento, sobre todo a los niños. Así acudirá al orfanato, donde conocerá a Margaret, la encargada, y a Janusz Korczak, que hacen todo lo posible por evitar el sufrimiento a los niños. Las actuaciones con las marionetas del príncipe, el médico, la princesa Sahara, el mono o el cocodrilo entre otros, sacan sonrisas a los niños del orfanato y a los que están internados en el hospital pediátrico. En ocasiones Mika arriesga su vida para levantar una sonrisa.
En una ocasión en la que una mujer es increpada por dos policías polacos ante un soldado alemán, la marioneta del doctor Shiverwick salió en su defensa. El soldado alemán Max Meierhauser, que valora la actuación de Mika, lleva a éste ante los suyos. Es así como Mika se ve obligado a actuar frente a los alemanes con un sentimiento de estar traicionando a los suyos. Estas actuaciones con las que parecían disfrutar los soldados alemanes (por su tradición del Kasperltheater) se repetirán muy a menudo a partir de aquí (Max recogía a Mika, éste actuaba en los barracones alemanes y luego era devuelto a casa con un mendrugo de pan como recompensa).
Las marionetas se convertirán en nexo de unión entre Mika y el soldado alemán. Cuando todo acaba, y ya no son necesarios los servicios de Mika, éste regala a Max la marioneta del doctor, aunque con el avance de los acontecimientos será la marioneta del príncipe, la favorita de Max, la que acabe acompañando al soldado alemán en los momentos más duros por los que pasará en su vida y que serán narrados en la segunda parte del libro.
Las marionetas parecen tener vida propia ante las peores dificultades que viven los personajes, sirven para levantar el ánimo. Gracias a una de ellas, en concreto el príncipe, Max pudo también soportar los años vividos en un gulag ruso, en la dura Siberia, cortando troncos de árboles de inmenso tamaño, trabajando doce horas al día con unas herramientas inadecuadas a cambio de escasa comida, luchando por sobrevivir sin morir congelado, con la única idea de resistir para volver a ver a su mujer y a su hijo. Hay algo de justicia poética si tomamos como referencia los sufrimientos de los soldados alemanes en tierras rusas: "se cosecha lo que se siembra". De la mano de Max asistimos a los sufrimientos de los alemanes en los campos de concentración rusos, donde muchos murieron de agotamiento, diezmados por tifus, tuberculosis, y viruela. De nuevo las marionetas, construidas entre todos, llevarán una pizca de esperanza a la situación.
Las marionetas, y en concreto la marioneta del príncipe, actuarán como nexo de unión entre las diferentes historias narradas en el libro. El juego se cierra de nuevo en el presente, de nuevo con el personaje de Mika, en el Nueva York del 2009 (donde vivía desde que abandonó Varsovia en 1948), su hija y su nieto, y la nieta de Max, Mara, que aunque estudió para ser enfermera acabaría finalmente centrada en el mundo de las marionetas.
La historia se desarrolla en apenas dos días, entre el 12 y el 14 de enero de 2009, pero la historia que se narra en ella abarca desde 1938 hasta esa fecha, y está contada desde el punto de vista de varios personajes (Mika, Max y finalmente Daniel y Mara). Es una búsqueda de la verdad, un homenaje a los caídos, a una amistad o a un reconocimiento que va más allá de las creencias religiosas.
El libro está estructurado en varias partes:
Parece que el libro está gustando, y os recomiendo que os acerquéis a él, puesto que no es un tratado de historia a base de cifras, sino que es una recopilación de sentimientos que acercan lo que pudo llegar a ser aquello. Sus páginas se devoran, y eso es mérito de la autora. ¿Os animáis con él?.
Argumento: La historia comienza en Nueva York, un doce de enero de 2009. El paseo de un abuelo con su nieto Daniel, de trece años, ante un teatro que anunciaba un espectáculo de marionetas, en el que se representaba una historia titulada "El titiritero de Varsovia", hace que los recuerdos del pasado afloren y sirvan de excusa para que Mika, el abuelo, pueda de una vez narrar los terribles recuerdos del pasado, acontecidos en Varsovia cuando él era niño, y que había enterrado en lo más hondo de su corazón, en una caja escondida en el fondo de un armario; son recuerdos que van a retornar en la forma de un viejo abrigo, que había pertenecido a su abuelo y que fue testigo de los crueles hechos que tuvieron lugar en Varsovia durante la ocupación nazi. Quién mejor que su nieto para ser testigo de esta historia.
Mika se remonta a 1938, cuando contaba con doce años de edad, y disfrutaba de la compañía de su madre y su abuelo Tatus, que era profesor de matemáticas en la Universidad de Varsovia. Para celebrar su ascenso a profesor encargó un abrigo a su amigo Nathan, sastre, al que poco a poco iría añadiendo bolsillos interiores. 1938 iba a ser el último año de libertad para Varsovia y para los judíos.
El espectro de la guerra se ceñía sobre la ciudad, y el 1 de septiembre de 1939 comenzaron los bombardeos, que se repetían día y noche, hasta la rendición de la ciudad el 29 de septiembre, lo que trajo nuevas directrices, que anularon las libertades que antes disfrutaban los judíos. El abuelo fue despedido de la universidad, y el propio Mika fue expulsado del colegio (solo por ser judío), lo que supuso un mazazo para él, porque le encantaba aprender. Les obligaron a llevar un brazalete en la manga derecha con una estrella de David de color azul; tuvieron que hacerse nuevas tarjetas de identidad con una J estampada, para obtener las cartillas de razonamiento (el alimento que podían conseguir era mucho menor que el ofrecido a los no judíos).
A finales de octubre de 1940 les obligaron a dejar su piso y fueron enviados a otra parte minúscula de la ciudad (lo que conocemos como gueto, aunque esta palabra estaba prohibida). Unos cuatrocientos mil judíos fueron obligados a realojarse en lo que no era más que una cárcel gigante. La familia de Mika ocupa un piso de dos habitaciones en la calle Gesia 19, que pronto va a tener que compartir.
Mika va a relatarnos en primera persona su devenir en el gueto, las dificultades por las que tienen que pasar todos los judíos allí hacinados, las injusticias que hacen que algunos acaben pagando con la vida. El abrigo de su abuelo, con sus múltiples bolsillos, y los secretos que escondía en su pequeño taller (del tamaño de un armario) ayudarán a Mika a soportar los horrores del día a día. Junto con el abrigo heredó un ejército de marionetas y así dio comienzo su etapa de aprendiz con los títeres de su abuelo.
Mika y su madre pronto tendrán que compartir su diminuto piso con otras dos familias. Ellie, la prima de Mika, le será de gran ayuda con el tema de las marionetas. Mika se convertirá en el titiritero del gueto y actuará ante niños, primero a cambio de comida, pero luego para hacer olvidar el sufrimiento, sobre todo a los niños. Así acudirá al orfanato, donde conocerá a Margaret, la encargada, y a Janusz Korczak, que hacen todo lo posible por evitar el sufrimiento a los niños. Las actuaciones con las marionetas del príncipe, el médico, la princesa Sahara, el mono o el cocodrilo entre otros, sacan sonrisas a los niños del orfanato y a los que están internados en el hospital pediátrico. En ocasiones Mika arriesga su vida para levantar una sonrisa.
En una ocasión en la que una mujer es increpada por dos policías polacos ante un soldado alemán, la marioneta del doctor Shiverwick salió en su defensa. El soldado alemán Max Meierhauser, que valora la actuación de Mika, lleva a éste ante los suyos. Es así como Mika se ve obligado a actuar frente a los alemanes con un sentimiento de estar traicionando a los suyos. Estas actuaciones con las que parecían disfrutar los soldados alemanes (por su tradición del Kasperltheater) se repetirán muy a menudo a partir de aquí (Max recogía a Mika, éste actuaba en los barracones alemanes y luego era devuelto a casa con un mendrugo de pan como recompensa).
Las marionetas se convertirán en nexo de unión entre Mika y el soldado alemán. Cuando todo acaba, y ya no son necesarios los servicios de Mika, éste regala a Max la marioneta del doctor, aunque con el avance de los acontecimientos será la marioneta del príncipe, la favorita de Max, la que acabe acompañando al soldado alemán en los momentos más duros por los que pasará en su vida y que serán narrados en la segunda parte del libro.
Las marionetas parecen tener vida propia ante las peores dificultades que viven los personajes, sirven para levantar el ánimo. Gracias a una de ellas, en concreto el príncipe, Max pudo también soportar los años vividos en un gulag ruso, en la dura Siberia, cortando troncos de árboles de inmenso tamaño, trabajando doce horas al día con unas herramientas inadecuadas a cambio de escasa comida, luchando por sobrevivir sin morir congelado, con la única idea de resistir para volver a ver a su mujer y a su hijo. Hay algo de justicia poética si tomamos como referencia los sufrimientos de los soldados alemanes en tierras rusas: "se cosecha lo que se siembra". De la mano de Max asistimos a los sufrimientos de los alemanes en los campos de concentración rusos, donde muchos murieron de agotamiento, diezmados por tifus, tuberculosis, y viruela. De nuevo las marionetas, construidas entre todos, llevarán una pizca de esperanza a la situación.
Las marionetas, y en concreto la marioneta del príncipe, actuarán como nexo de unión entre las diferentes historias narradas en el libro. El juego se cierra de nuevo en el presente, de nuevo con el personaje de Mika, en el Nueva York del 2009 (donde vivía desde que abandonó Varsovia en 1948), su hija y su nieto, y la nieta de Max, Mara, que aunque estudió para ser enfermera acabaría finalmente centrada en el mundo de las marionetas.
La historia se desarrolla en apenas dos días, entre el 12 y el 14 de enero de 2009, pero la historia que se narra en ella abarca desde 1938 hasta esa fecha, y está contada desde el punto de vista de varios personajes (Mika, Max y finalmente Daniel y Mara). Es una búsqueda de la verdad, un homenaje a los caídos, a una amistad o a un reconocimiento que va más allá de las creencias religiosas.
El libro está estructurado en varias partes:
- La historia de Mika, que abarca los primeros dieciocho capítulos (y que es la más larga)
- El viaje del príncipe (del capítulo diecinueve al veintinueve, y cuyo protagonista es Max
- Una tercera parte, desarrollada en Nueva York (14 de enero 2009) (del capítulo 30 al 32)
- Un epílogo (de una sola página)
- Un apéndice (con el libro de los Héroes de Mika, del que tenemos conocimiento al principio del libro).
El hecho de estar narrada en primera persona por cada uno de los protagonistas de cada parte de la historia, con un lenguaje claro, directo, hace que vibremos con la historia de los personajes. Es una lectura que atrapa y no puedes dejar de leer, porque quieres saber qué pasa con sus vidas. Aunque la narración está llena de detalles, éstos no resultan macabros, sino que ayudan a contar lo que verdaderamente pasó. Sufrimos con los personajes, de vez en cuando se nos puede escapar una lágrima, podemos sentir impotencia ante alguna situación. Es un tema crudo el que narra, pero está contado de forma que nos acerca el problema pero no hurga en detalles escabrosos, y eso se agradece. Está narrado desde el punto de vista de un adolescente que se ve obligado a madurar ante la situación que le toca vivir a él y a los suyos, viendo como se desmorona el mundo que hasta ese momento le rodeaba. Las penurias hacen a las personas más fuertes, y acabas ayudando al que está peor que tú (entre todos se puede sobrevivir).
El libro está lleno de moralejas, frases que te dejan pensando, que son citadas en los momentos correctos y que ayudan a entender mejor la historia. Algunas de ellas resultan muy descriptivas, sobre todo para ver cómo se vivía en el gueto nazi:
"...el gris lo inundaba todo"
"El miedo tiene un sabor propio: sabe a sangre, a hierro, es un regusto penetrante y amargo. Todo sabe a miedo".
Y cuando se trataba de dar esperanza, bien valía un verso del Talmud: "Toda brizna de hierba tiene un ángel que se inclina hacia ella y le susurra: "¡crece, crece!". Todos nos necesitamos unos a otros, todos necesitamos esperanza.
"Todo lo que cabe en los bolsillos" es en mi modesta opinión una historia muy recomendable. Se lee de un tirón, en apenas dos-tres días. La forma en la que está narrada te incita a seguir devorando sus páginas. Los personajes están muy bien perfilados, y disfrutas con muchos de ellos, desde el abuelo de Mika, al que vemos aparecer en solo un par de capítulos, el propio Mika, especialmente en su etapa adolescente, el soldado Max, que nos conmueve especialmente en la segunda parte del libro, su nieta Mara, que resulta ser una mujer fuerte dispuesta a recoger todas las piezas de un puzzle que tenía incompleto... Los secundarios también están bien tratados, y sufres con los niños del hospital infantil y del orfanato, y especialmente atrae Ellie, la prima de Max, que a pesar de los duros golpes que tiene que afrontar en su corta vida ayuda a Mika con las marionetas y se erige como una heroína en los momentos álgidos de la historia.
Es al parecer el primer libro de la autora, y aunque trata un tema complicado de la historia de Europa, en mi opinión ha sabido llevarlo, y ha encontrado una buena forma de acercarnos, gracias a la complicidad de unos personajes jóvenes, un episodio cruento de la historia que no debemos olvidar para que no se repita. Además, hace aparecer como protagonistas secundarios a algún que otro personaje real, y eso hace más creíble lo narrado.Y cuando se trataba de dar esperanza, bien valía un verso del Talmud: "Toda brizna de hierba tiene un ángel que se inclina hacia ella y le susurra: "¡crece, crece!". Todos nos necesitamos unos a otros, todos necesitamos esperanza.
"Todo lo que cabe en los bolsillos" es en mi modesta opinión una historia muy recomendable. Se lee de un tirón, en apenas dos-tres días. La forma en la que está narrada te incita a seguir devorando sus páginas. Los personajes están muy bien perfilados, y disfrutas con muchos de ellos, desde el abuelo de Mika, al que vemos aparecer en solo un par de capítulos, el propio Mika, especialmente en su etapa adolescente, el soldado Max, que nos conmueve especialmente en la segunda parte del libro, su nieta Mara, que resulta ser una mujer fuerte dispuesta a recoger todas las piezas de un puzzle que tenía incompleto... Los secundarios también están bien tratados, y sufres con los niños del hospital infantil y del orfanato, y especialmente atrae Ellie, la prima de Max, que a pesar de los duros golpes que tiene que afrontar en su corta vida ayuda a Mika con las marionetas y se erige como una heroína en los momentos álgidos de la historia.
Parece que el libro está gustando, y os recomiendo que os acerquéis a él, puesto que no es un tratado de historia a base de cifras, sino que es una recopilación de sentimientos que acercan lo que pudo llegar a ser aquello. Sus páginas se devoran, y eso es mérito de la autora. ¿Os animáis con él?.
© Fotografía: MAZLOW
Sobre la autora
EVA WEAVER es escritora, artista de performance, entrenadora creativa y terapeuta. Reside en Brighton, Inglaterra.
Todo lo que cabe en los bolsillos es su primera novela.
Podemos seguir a la autora en Twitter (https://twitter.com/evaweaver) o en su página web (http://www.evaweaver.com/Writer/Author.html).
Podemos seguir a la autora en Twitter (https://twitter.com/evaweaver) o en su página web (http://www.evaweaver.com/Writer/Author.html).
Muy completa la reseña, estoy deseando leerlo! :-) Un abrazo!
ResponderEliminarHe pasado de puntillas porque lo estoy leyendo ahora. Me esta gustando.
ResponderEliminarUna reseña muy interesante, dan ganas de leerlo. Lo apunto en mi lista.
ResponderEliminarSaludos.
Le tengo muchas ganas! y ya lo tengo en mi lector digital. Creo que me gustará tanto como la lectura de Entre tonos de gris, si no te lo has leído te lo recomiendo.
ResponderEliminar:)
Hace tiempo que lo tengo pendiente, y después de leer tu reseña me apetece todavía más.
ResponderEliminarBesos!
Me ha gustado mucho tu reseña pero por ahora, Loli, no creo que pueda ponerme con él...
ResponderEliminarBesos,
Lo he leído hace unas semanas y me ha gustado muchísimo, es una historia dura pero muy emotiva
ResponderEliminarbesos
Lo estoy leyendo. Me toca publicar la reseña el viernes. Es una historia dura pero narra con el lenguaje directo, como bien dices, los horrores que sufrieron en el gueto de Varsovia. Una novela que, sin duda, pese a la historia que encierra, merece la pena leerla. Saludos.
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