Abril es considerado como el mes del libro, no en vano el día 23 celebramos el día del libro, pero aquellos que disfrutamos leyendo no tenemos un día ni un mes en exclusiva dedicado a la lectura... cualquier momento es bueno para acercarse a un buen libro, ¿no es cierto?
Aprovechando la efeméride y que hace tiempo que no reseño en el blog, hoy vengo con uno de esos libros que se leen con ánimo de aprender, de tomar notas en ocasiones, con uno de esos libros que hablan de libros.
Título: Donde se guardan los libros. Bibliotecas de escritores.
Autor: Jesús Marchamalo
Editorial: Siruela
Formato: Rústica con solapas
Fecha de edición: 2011
224 páginas
Sinopsis (trasera del libro): Donde se guardan los libros es un recorrido por las bibliotecas de veinte reconocidos autores españoles contemporáneos: Javier Marías, Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Ferrero, Clara Janés, Soledad Puértolas, Fernando Savater, Gustavo Martín Garzo, Luis Mateo Díez, Antonio Gamoneda... Cada uno habla de cómo se relaciona con los libros, del orden y su ubicación en los estantes, de las lecturas que en su momento le fueron decisivas o de cómo su biblioteca se ha ido construyendo con el tiempo, a veces de manera no pensada y caprichosa. Su centenar de fotografías repara en rincones y detalles de estos autores: un universo, también autobiográfico, de adornos, figuritas, objetos o minúsculos exvotos que acaban desbaratando los estantes. Un libro imprescindible para los amantes de las bibliotecas.
Impresiones sobre el libro
Donde se guardan los libros es una lectura que hay que saborear poco a poco, no porque se trate de un libro complicado, difícil de leer, sino más bien al contrario, porque estamos ante un libro que se construye a partir de unas entrevistas que el autor, Jesús Marchamalo, publicó para el suplemento cultural del diario Abc, desde finales del 2007, en las que nos acercaba a las bibliotecas de varios autores en una serie que tituló "Bibliotecas de autor", en quince entregas publicadas en cerca de dos años, a las que ahora se han añadido otras cinco entrevistas, para configurar el libro que hoy podemos disfrutar.
Este libro surge de la manía del autor en fijarse en bibliotecas ajenas, y eso es algo que todos los que disfrutamos con la lectura solemos hacer. Siempre se ha dicho que los libros hablan mucho de sus dueños, y la forma de colocarlos en los estantes, o a lo largo de las habitaciones, amontonados por falta de sitio o con cierto orden dentro del desorden atraen a los amantes de los libros... Cuando alguien cuelga una foto de libros con una biblioteca al fondo solemos, al menos a mí me pasa, cotillear el resto de títulos que acompañan al protagonista principal. Lo que ha hecho Jesús Marchamalo en este libro es cotillear por todos nosotros cómo tratan algunos escritores su más preciado tesoro, y qué hacen cuando el espacio que ocupan esos libros les sobrepasa.
El libro está plagado de fotografías, que nos dan una idea del orden y el preciado tesoro que para los autores son sus libros. En la foto de la izquierda, una biblioteca atestada de libros en casa del escritor Javier Marías (1951).
Aunque en este caso parecen bastante ordenados, está claro que hay que tener muy controlados los tomos para encontrar lo que se busca, porque en muchos casos los autores reconocen que han tenido que comprar varias veces un libro determinado que no han podido encontrar entre sus pertenencias, bien porque en su momento lo prestaron a alguien, bien porque es muy difícil encontrar algo entre tanto libro. Reconozco que a veces me resulta complicado encontrar algún título que sé seguro que tengo en mi poder, pero tarde o temprano aparece. Lo que más me cuesta es saber si tengo o no determinado título, puesto que no llevo un listado de todos los libros que tengo (siempre he dicho que me tengo que poner a ello pero no termino de encontrar el momento), y en ocasiones he comprado un libro por el placer de leerlo y tenerlo y me he encontrado con que ya estaba en mi poder (en esos casos, he preferido donarlo a la biblioteca); los títulos repetidos acaban cedidos, a los que entran nuevos siempre les busco un hueco, aunque sea un lugar provisional hasta que nuevamente reorganizo los estantes...
Libros apilados sin casi ningún orden, porque no todos disponemos de habitaciones completas dedicadas a la lectura como algunas de las que se nos presentan en el libro que hoy tratamos. La foto de la derecha, tomada por el autor en casa del escritor Enrique Vila-Matas (1948) es lo más parecido que puede encontrarse en mi habitación cuando me da la vena de compra compulsiva de libros, unos apilados encima de otros, hasta que se vacíe algún hueco en un estante. Evidentemente, en mi caso no es tan exagerado porque la economía no da mucho de sí, pero últimamente he empezado a comprar libros de segunda mano, porque tengo un pequeño defectillo, y es que si algún título que haya leído en la biblioteca me ha gustado lo suficiente, me gusta tenerlo en papel, y que mejor forma de conseguirlo que echar mano de los libros de segunda mano. Sé que hay gente a la que esto le da cierta aprensión, pero no es mi caso, porque al fin y al cabo, en las bibliotecas normalmente no somos los primeros en estrenar un libro, a no ser que hayamos hecho una desiderata de algún título y haya dinero para comprarlo... Muchos de los autores que han pasado por las preguntas del autor se declaran compradores asiduos de las librerías de viejo, buscando títulos que han formado parte de su infancia o recordando esa misma infancia. Yo sé que disfrutaría como una niña pequeña rodeada de juguetes si pudiera pasar el rato, las horas perdidas, buceando en una librería de viejo buscando algún tesoro literario, no tanto por encontrar alguna vieja edición, sino por el placer de conseguir algún título que quedó pendiente en nuestra memoria a un precio asequible. Desgraciadamente, en mi ciudad no hay tradición de librerías de viejo, y tengo que conformarme con bucear por las bibliotecas virtuales que están a nuestro alcance en internet, pero en estos casos tenemos que fiarnos de la buena voluntad del vendedor, ya que no podemos tocar los libros, es un placer que se nos escapa. De momento no tengo queja con esa experiencia virtual, los libros que ha conseguido de segunda mano están bastante bien conservados, y reconozco que no está saliendo demasiado cara la experiencia, así que de momento continuaré con ella.
Además de acercarnos a la figura de algunos escritores que abren sus despachos y sus tesoros literarios al autor, Donde se guardan los libros es un texto que te hace reflexionar, que nos plantea las diferencias y similitudes entre nosotros mismos y esos autores que en ocasiones seguimos, así no es difícil descubrir que algunos de ellos también tienen los libros en doble fila, y que esconden al fondo de las baldas los títulos más estropeados o aquellos que de momento no tienen pensado leer y que amontonan cerca de ellos los que están utilizando en esos momentos, bien porque estén escribiendo sobre el tema, bien porque quieran aligerar su lectura. Lo malo de todo esto es que en nuestro caso bien pueden ser cinco o seis títulos los que tenemos a mano porque los queremos leer ya, mientras se van acumulando los que guardan turno.
A pesar de que no paramos de acumular, no me importaría vivir cerca de Luis Landero (1948), que según comentaba en el libro bajaba una o dos veces al año a la plaza de Olavide, en el barrio de Chamberí, cargado con bolsas con cincuenta o sesenta libros que abandonaba sobre un banco, que se acababan llevando vecinos o viandantes anónimos.
Las veinte entrevistas que conforman el libro se completan al final de cada una de ellas con tres recomendaciones literarias que el propio entrevistado elige, en principio sobre un título de literatura universal, otro de escritor contemporáneo, en principio en español, y un título escrito por ellos mismos. Es el típico libro que hay que leer acompañado de una pequeña libreta, para anotar los títulos que los autores recomiendan en este final de entrevista y también los títulos que han formado parte de su infancia, adolescencia y que les han marcado de alguna forma. Es una buena manera de acercarse a algunos autores clásicos que de alguna manera también nos han acompañado como lectores.
Si he elegido este título para reseñar es porque ya tuve ocasión de leer hace algún tiempo una pequeña joyita escrita también por Jesús Marchamalo (1960), el autor del libro que hoy presento, y que tuve oportunidad de reseñar en el blog. Si alguien está interesado en conocer la biografía del autor y acercarse a la reseña que en su momento hice de su libro, no tiene más que acceder a su título: "Tocar los libros."
Para terminar, una pequeña reflexión sacada del pensamiento de Jesús Ferrero (1952), que se declara un comprador compulsivo de libros:
Aprovechando la efeméride y que hace tiempo que no reseño en el blog, hoy vengo con uno de esos libros que se leen con ánimo de aprender, de tomar notas en ocasiones, con uno de esos libros que hablan de libros.
Título: Donde se guardan los libros. Bibliotecas de escritores.
Autor: Jesús Marchamalo
Editorial: Siruela
Formato: Rústica con solapas
Fecha de edición: 2011
224 páginas
Sinopsis (trasera del libro): Donde se guardan los libros es un recorrido por las bibliotecas de veinte reconocidos autores españoles contemporáneos: Javier Marías, Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Ferrero, Clara Janés, Soledad Puértolas, Fernando Savater, Gustavo Martín Garzo, Luis Mateo Díez, Antonio Gamoneda... Cada uno habla de cómo se relaciona con los libros, del orden y su ubicación en los estantes, de las lecturas que en su momento le fueron decisivas o de cómo su biblioteca se ha ido construyendo con el tiempo, a veces de manera no pensada y caprichosa. Su centenar de fotografías repara en rincones y detalles de estos autores: un universo, también autobiográfico, de adornos, figuritas, objetos o minúsculos exvotos que acaban desbaratando los estantes. Un libro imprescindible para los amantes de las bibliotecas.
Impresiones sobre el libro
Donde se guardan los libros es una lectura que hay que saborear poco a poco, no porque se trate de un libro complicado, difícil de leer, sino más bien al contrario, porque estamos ante un libro que se construye a partir de unas entrevistas que el autor, Jesús Marchamalo, publicó para el suplemento cultural del diario Abc, desde finales del 2007, en las que nos acercaba a las bibliotecas de varios autores en una serie que tituló "Bibliotecas de autor", en quince entregas publicadas en cerca de dos años, a las que ahora se han añadido otras cinco entrevistas, para configurar el libro que hoy podemos disfrutar.
Este libro surge de la manía del autor en fijarse en bibliotecas ajenas, y eso es algo que todos los que disfrutamos con la lectura solemos hacer. Siempre se ha dicho que los libros hablan mucho de sus dueños, y la forma de colocarlos en los estantes, o a lo largo de las habitaciones, amontonados por falta de sitio o con cierto orden dentro del desorden atraen a los amantes de los libros... Cuando alguien cuelga una foto de libros con una biblioteca al fondo solemos, al menos a mí me pasa, cotillear el resto de títulos que acompañan al protagonista principal. Lo que ha hecho Jesús Marchamalo en este libro es cotillear por todos nosotros cómo tratan algunos escritores su más preciado tesoro, y qué hacen cuando el espacio que ocupan esos libros les sobrepasa.
El libro está plagado de fotografías, que nos dan una idea del orden y el preciado tesoro que para los autores son sus libros. En la foto de la izquierda, una biblioteca atestada de libros en casa del escritor Javier Marías (1951).
Aunque en este caso parecen bastante ordenados, está claro que hay que tener muy controlados los tomos para encontrar lo que se busca, porque en muchos casos los autores reconocen que han tenido que comprar varias veces un libro determinado que no han podido encontrar entre sus pertenencias, bien porque en su momento lo prestaron a alguien, bien porque es muy difícil encontrar algo entre tanto libro. Reconozco que a veces me resulta complicado encontrar algún título que sé seguro que tengo en mi poder, pero tarde o temprano aparece. Lo que más me cuesta es saber si tengo o no determinado título, puesto que no llevo un listado de todos los libros que tengo (siempre he dicho que me tengo que poner a ello pero no termino de encontrar el momento), y en ocasiones he comprado un libro por el placer de leerlo y tenerlo y me he encontrado con que ya estaba en mi poder (en esos casos, he preferido donarlo a la biblioteca); los títulos repetidos acaban cedidos, a los que entran nuevos siempre les busco un hueco, aunque sea un lugar provisional hasta que nuevamente reorganizo los estantes...
Libros apilados sin casi ningún orden, porque no todos disponemos de habitaciones completas dedicadas a la lectura como algunas de las que se nos presentan en el libro que hoy tratamos. La foto de la derecha, tomada por el autor en casa del escritor Enrique Vila-Matas (1948) es lo más parecido que puede encontrarse en mi habitación cuando me da la vena de compra compulsiva de libros, unos apilados encima de otros, hasta que se vacíe algún hueco en un estante. Evidentemente, en mi caso no es tan exagerado porque la economía no da mucho de sí, pero últimamente he empezado a comprar libros de segunda mano, porque tengo un pequeño defectillo, y es que si algún título que haya leído en la biblioteca me ha gustado lo suficiente, me gusta tenerlo en papel, y que mejor forma de conseguirlo que echar mano de los libros de segunda mano. Sé que hay gente a la que esto le da cierta aprensión, pero no es mi caso, porque al fin y al cabo, en las bibliotecas normalmente no somos los primeros en estrenar un libro, a no ser que hayamos hecho una desiderata de algún título y haya dinero para comprarlo... Muchos de los autores que han pasado por las preguntas del autor se declaran compradores asiduos de las librerías de viejo, buscando títulos que han formado parte de su infancia o recordando esa misma infancia. Yo sé que disfrutaría como una niña pequeña rodeada de juguetes si pudiera pasar el rato, las horas perdidas, buceando en una librería de viejo buscando algún tesoro literario, no tanto por encontrar alguna vieja edición, sino por el placer de conseguir algún título que quedó pendiente en nuestra memoria a un precio asequible. Desgraciadamente, en mi ciudad no hay tradición de librerías de viejo, y tengo que conformarme con bucear por las bibliotecas virtuales que están a nuestro alcance en internet, pero en estos casos tenemos que fiarnos de la buena voluntad del vendedor, ya que no podemos tocar los libros, es un placer que se nos escapa. De momento no tengo queja con esa experiencia virtual, los libros que ha conseguido de segunda mano están bastante bien conservados, y reconozco que no está saliendo demasiado cara la experiencia, así que de momento continuaré con ella.
Además de acercarnos a la figura de algunos escritores que abren sus despachos y sus tesoros literarios al autor, Donde se guardan los libros es un texto que te hace reflexionar, que nos plantea las diferencias y similitudes entre nosotros mismos y esos autores que en ocasiones seguimos, así no es difícil descubrir que algunos de ellos también tienen los libros en doble fila, y que esconden al fondo de las baldas los títulos más estropeados o aquellos que de momento no tienen pensado leer y que amontonan cerca de ellos los que están utilizando en esos momentos, bien porque estén escribiendo sobre el tema, bien porque quieran aligerar su lectura. Lo malo de todo esto es que en nuestro caso bien pueden ser cinco o seis títulos los que tenemos a mano porque los queremos leer ya, mientras se van acumulando los que guardan turno.
A pesar de que no paramos de acumular, no me importaría vivir cerca de Luis Landero (1948), que según comentaba en el libro bajaba una o dos veces al año a la plaza de Olavide, en el barrio de Chamberí, cargado con bolsas con cincuenta o sesenta libros que abandonaba sobre un banco, que se acababan llevando vecinos o viandantes anónimos.
Las veinte entrevistas que conforman el libro se completan al final de cada una de ellas con tres recomendaciones literarias que el propio entrevistado elige, en principio sobre un título de literatura universal, otro de escritor contemporáneo, en principio en español, y un título escrito por ellos mismos. Es el típico libro que hay que leer acompañado de una pequeña libreta, para anotar los títulos que los autores recomiendan en este final de entrevista y también los títulos que han formado parte de su infancia, adolescencia y que les han marcado de alguna forma. Es una buena manera de acercarse a algunos autores clásicos que de alguna manera también nos han acompañado como lectores.
Si he elegido este título para reseñar es porque ya tuve ocasión de leer hace algún tiempo una pequeña joyita escrita también por Jesús Marchamalo (1960), el autor del libro que hoy presento, y que tuve oportunidad de reseñar en el blog. Si alguien está interesado en conocer la biografía del autor y acercarse a la reseña que en su momento hice de su libro, no tiene más que acceder a su título: "Tocar los libros."
Para terminar, una pequeña reflexión sacada del pensamiento de Jesús Ferrero (1952), que se declara un comprador compulsivo de libros:
"Me parece una infamia decir que no se compran libros por el precio. Los libros son uno de esos pocos objetos de los que puedes estar seguro que te va a durar toda la vida. Puedes tratarlos mal, pueden caerse, darse un golpe, mojarse incluso, y son para siempre; un libro, en general, te sobrevive."Y yo añadiría algo más, se dejan querer y nos acompañan en buenos y malos momentos de nuestra vida, les acabamos cogiendo cariño y acaban formando parte de nosotros, los que ya conocemos y aquellos que aún están por escribir. Todos los libros son bienvenidos.
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