miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL SEGUNDO JINETE. Alex Beer.

Retomamos las reseñas en el blog, gracias a la iniciativa #MasaCrítica de Babelio. Gracias a la iniciativa y a la editorial hemos conocido un nuevo personaje al que seguro podremos seguir en nuevas entregas, un inspector que se mueve en la Viena de entreguerras. 

Sin más, vamos con los datos técnicos del libro:


Título: El segundo jinete
Título original: Der zweite Reiter
Autora: Alex Beer
Traductor: Marc Jiménez Buzzi
Editorial: Maeva Ediciones
Encuadernación: Rústica con solapas
©️ Alex Beer, 2017
©️2017, Limes Verlag, una división de Verlagsgruppe Random House, GmbH, Múnich, Alemania
Idioma original: alemán
ISBN: 978-84-17708-88-7
Publicado en España en 2020.
336 páginas.
P.V.P.: 20´90 €
Galardones: Premio Leo Perutz de los libreros



Sinopsis (de la editorial)

Viena, poco después de la Primera Guerra Mundial. El esplendor de la ciudad imperial es cosa del pasado, Viena se hunde en el hambre y la miseria. El inspector August Emmerich, que participó en la guerra y oculta las secuelas de una herida en la pierna, descubre el cuerpo de un mendigo que presuntamente se ha suicidado. Como investigador experimentado, no confía en las apariencias, pero no tiene pruebas que demuestren su teoría de que se trata de un asesinato y su superior archiva el caso. 
Emmerich y su asistente, Ferdinand Winter, deciden llevar a cabo su propia investigación, y así comienza una persecución apasionante y llena de peligros por las calles de la sombría Viena de posguerra, repleta de seres marginados, criminales y ciudadanos que luchan por sobrevivir.

Datos sobre la autora

Alex Beer es el seudónimo de la escritora Daniela Larcher, nacida en Bregenz, Austria, el 8 de abril de 1977.
Estudió Arqueología y vive en Viena. El segundo jinete, su primera novela protagonizada por el agente de policía August Emmerich, ha sido aclamada por la prensa y los lectores y ha recibido el Premio Leo Perutz de los libreros austríacos. Este galardón se otorga a la mejor novela negra en lengua alemana que tenga Viena como escenario.



Impresiones sobre el libro

Es mucho lo que se está publicando de novela negra en España y otros países, y es difícil estar al día con las novedades, básicamente por falta de tiempo y en ocasiones de recursos económicos. Se agradece conocer a nuevos autores (nuevos desde nuestro punto de vista, claro está) y nuevos personajes, que sin duda darán lugar a nuevas series que querremos seguir leyendo si la primera entrega nos ha atrapado. Y creo que esto es lo que pasa con la lectura de El segundo jinete, un libro ameno, fácil de leer, que nos acerca a la ciudad de Viena alejada del esplendor de años anteriores, tras haber sufrido los mazazos de la Primera Guerra Mundial. Alex Beer nos traslada a una ciudad derrotada, con gran parte de sus habitantes vencidos por el hambre y la miseria. El escenario en que la autora desarrolla la trama no tiene nada que ver con el esplendor de la Viena imperial. La acción se desarrolla en noviembre de 1919, un año después de finalizada la guerra, y los efectos de la misma se perciben a lo largo de la historia. Si el protagonista principal de la trama es el agente August Emmerich, ejemplo él mismo de las secuelas de la guerra, no hay duda de que la ciudad de Viena comparte protagonismo con él como un personaje más, yo diría que también como protagonista principal. Paseando por las calles de Viena vamos a encontrar personajes que acarrean sus penurias tratando de sobrevivir, veteranos de combate que arrastran heridas mal curadas, víctimas de neurosis de guerra que siguen reproduciendo en sus cabezas los acontecimientos a los que tuvieron que enfrentarse en la contienda, y asesinatos, ingredientes estos últimos importantes en toda novela negra, y aquí los encontramos, ya desde las primeras páginas.

Si algo vamos a encontrar en esta novela es un reflejo de cómo debía ser la vida en una ciudad mermada por la guerra, tanto a nivel de sus habitantes como de sus principales edificios. No es un panorama ideal el que refleja la trama, y creo que desde ese punto de vista la autora ha acertado con el dibujo que ha hecho de la ciudad, y es creíble la historia que en ella ha fraguado. Nos acercamos a los asilos para vagabundos, faltos de plazas para responder a la elevada demanda; la miseria queda reflejada en las calles de Viena, donde muchos se ven obligados a mendigar para comer, algunas mujeres tratan de adivinar el futuro a cambio de unas monedas, o venden su compañía buscando dinero para conseguir una vida mejor lejos de la miseria de la ciudad. Se habla de las agencias de inmigración que surgen como respuesta a las necesidades de los habitantes de buscar otra vida lejos de la indigencia. Pululan agencias que venden, algunas de forma fraudulenta, un sueño de vivir los últimos años en lugares más cálidos, en paraísos en otros continentes, siempre lejos del sufrimiento, y con esa idea en la mente algunos acaban estafados. Estos episodios quedan bien retratados en la trama, al igual que el contrabando, propiciado por la escasez de comida, medicamentos y carbón para calentarse. Al frente de estos contrabandistas, Veit Kolja, un personaje de cierta entidad en la historia. Kolja, viejo conocido de Emmerich, es el jefe de una banda de contrabandistas que sacaba provecho de las necesidades de la gente, traficando con ropa, comida y medicamentos que escaseaban y que cambiaba por oro, joyas y objetos de valor. El seguimiento de Kolja se había convertido en los últimos meses en la misión principal de la que estaba encargado Emmerich por parte de sus superiores. Querían atraparlo y descubrir dónde guardaba las mercancías, pero hasta un personaje que se aprovecha de las necesidades ajenas va a resultar vital en la trama que El segundo jinete nos presenta. Gracias a sus andanzas vamos a pasear por la Viena más recóndita, por las entrañas de la ciudad, y nunca mejor dicho.

August Emmerich arrastra una herida de guerra en su pierna, con terribles dolores, y en una época de escasez de medicamentos y comida, la alianza con personajes no del todo recomendables hará que se mitiguen sus males. Es curioso descubrir en el libro la utilización de píldoras de heroína para escapar del sufrimiento, conseguidas de modo irregular en tiempos de escasez de medicina. La conexión entre Kolja y Emmerich se remonta a los tiempos en que ambos compartieron plaza en un orfanato, y aunque están en bandos opuestos, se respetan. 

La aparición del cadáver de un vagabundo que a ojos de la jerarquía policial se ha suicidado ponen a Emmerich tras la pista de una serie de muertes que parecen tener relación entre sí. En las primeras páginas del libro ya descubrimos un asesinato, la autora ha sabido atrapar al lector, y la investigación que Emmerich va a llevar a cabo por su cuenta, ayudado por Ferdinand Winter, su asistente, y todo ello al margen de sus superiores, conformarán la historia.

La autora ha sabido elegir dos personajes que se complementan perfectamente entre sí para llevar a cabo la investigación y soportar el peso de la trama. Por un lado el inspector August Emmerich, investigador experimentado que sufre las secuelas físicas de haber combatido en la guerra pero que no quiere aparecer como alguien débil frente a sus superiores y subordinados, por temor a ser incapacitado en su trabajo. Experto en su oficio, desde el primer momento duda de que sea suicidio la causa de la muerte de Dietrich Jost, un antiguo trabajador del zoológico que arrastraba las secuelas de su paso por el frente. Emmerich es el reflejo claro de la situación por la que pasaba la ciudad de Viena. Es un hombre que trata de sobrevivir, luchando día a día por conseguir medicamentos y comida. Aunque pueda parecer solitario, encuentra un poco de cariño compartiendo casa con Luise, con un marido desaparecido en la guerra, y sus hijos, aunque siempre dentro de la estricta pobreza que parece ser la nota dominante en el presente de la ciudad. Sin casa ni familia propia, el inspector se centra en su trabajo para soportar el día a día, y eso le llevará a enfrentarse a peligros que harán mucho más amena la historia. Aunque acostumbrado a trabajar solo, deberá confiar en su joven asistente, Ferdinand Winter, miembro de una familia acomodada venida a menos que al menos no pasa por las estrecheces económicas que sufre el inspector y que acabará colaborando con él a pesar de sus métodos y actuación al margen de sus superiores, porque respeta el trabajo de Emmerich dentro del cuerpo.

Estamos ante una novela fresca, fácil de leer, que plantea la intriga desde las primeras páginas y que refleja muy bien cómo pudo ser el escenario desarrollado en Viena tras la finalización de la llamada gran guerra. A pesar de que la figura del investigador protagonista da seguro para más historias, la trama en la que hoy nos ocupa se cierra (espero que la editorial se anime publicando más traducciones de este personaje). Los capítulos cortos y la abundancia de diálogo ayudan a que la novela se devore. Y por si fuera poco, el carácter apocalíptico, que se refleja en el título, y las supersticiones que llenan toda la novela ayudan a crear un clima tenso que anima a seguir leyendo. Por mi parte, puedo decir que ha sido todo un placer acercarme a esta historia y no me importará seguir leyendo nuevos aventuras si siguen publicándose aquí en España. 

«Hacer cola en cualquier parte se había convertido en una actividad de lo más normal en Viena. Miles de personas esperaban regularmente frente a tiendas y oficinas, con la esperanza de hacerse con alimentos, ropa, combustible o trabajo en el caso de la agencia laboral».

«Toda la ciudad conocía el edificio que no hacía mucho un periodista del Arbeiter Zeitung había llamado cárcel de familias. Allí, en doscientas viviendas diminutas de una sola habitación en la que casi nunca entraba la luz del sol, vivían más de mil personas. Sus moradores solo conocían de oídas la electricidad, y se contaba que en todo el edificio había un solo grifo comunitario. Nadie vivía allí por gusto, y todos se iban a la primera oportunidad. Ese flujo constante de entradas y salidas había dado al edificio el nombre de la Colmena».

«El emperador se había exiliado, los países de la corona se habían separado y Austria ya no era más que un resto deplorable que apenas si estaba en condiciones de vivir. Exactamente igual que sus habitantes. Había carencia de todo: de comida, de carbón, de jabón, de ropa. Las personas pasaban hambre, se helaban de frío y apestaban. Andaban a palos por un trozo de carne de caballo podrida o unas cuantas patatas mohosas, y tenían que compartir sus camas con las pulgas. La falta de trabajo y de medicamentos propagaba los crímenes y las enfermedades».

Lectura recomendable, sin duda, una novela fresca, fácil de leer, que gustará a aquellos que disfruten con la novela negra, y también a aquellos a los que guste el período histórico en el que está ambientada. Personalmente, he quedado con ganas de más, así que seguiré la pista de este inspector y las nuevas publicaciones que puedan llegarnos. 

Gracias a Babelio y a la editorial Maeva por el ejemplar.

¡Nos leemos!

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