viernes, 17 de octubre de 2014

Los jardines de la memoria. Michel Quint.

Reseña de un libro corto, que se lee en un suspiro, y que el autor dedica a la memoria de su abuelo (ex combatiente en Verdún) y a su padre (maestro y miembro de la Resistencia).


Datos técnicos

Título: Los jardines de la memoria
Título original: Effroyables Jardins
Autor: Michel Quint
Traducción: Ignacio Pérez Fernández
Editorial: Salamandra
Formato: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 84-7888-748-2
1ª edición: marzo de 2002
94 páginas

Publicado por primera vez en el año 2000 bajo el título "Effroyables Jardins", por Editions Joëlle Losfeld.


Ilustración cubierta: Robert Capa / Magnum


Datos sobre el autor (Tomados del propio libro)

Michel Quint nació en Leforest (Francia) en 1949. Ha publicado una veintena de novelas, la mayoría de ellas del género policíaco, entre las que figuran Sanctus, Cake-Walk y Lundi perdu, publicadas por Joëlle Losfeld, y Le Bélier noir y La Belle Ombre, publicadas por Rivages en su serie noire. En 1989 obtuvo el Premio de Literatura Policíaca.
Con este libro, homenaje a la memoria de su padre y de su abuelo, trata de rescatar del olvido las historias de los que ya no están.


Impresiones sobre el libro


A pesar de que estamos ante un autor que se ha caracterizado principalmente por sus escritos de trama policíaca, no había tenido el placer de leer nada suyo. Reconozco que me he acercado a este título por pura casualidad, buscando en la biblioteca la obra de un autor cuyo apellido empezara por la letra Q y que no resultara pesado de leer ni excesivo en el número de páginas, y debo decir que con este libro (más bien novela corta) se consigue.

A pesar del corto número de páginas, el libro está estructurado en varias partes. En la primera hoja, y a modo de prólogo, conocemos datos sobre el proceso que tuvo lugar contra Maurice Papon (político francés juzgado y condenado como criminal de guerra por colaborar con los nazis en la persecución de judíos), en el Palacio de Justicia de Burdeos. Conocemos por un narrador externo que en los últimos días acudió por allí un hombre vestido de payaso, en concreto de augusto, al que no dejaron entrar, y que posteriormente asistió a los alegatos y al veredicto final vestido de paisano, acariciando una vieja maleta. Este hecho, que apenas ocupa una página del libro, servirá para unir principio y final de la historia, pasado y presente. Una frase cierra este prólogo:
"--Sin verdad, ¿cómo puede haber esperanza...?
Y se responde en el inicio de la trama: ¿Y sin memoria?

Una pregunta que cierra el prólogo y otra que abre la historia servirán al autor para acercarnos, en primera persona, a la vida del protagonista, que nos cuenta retazos de su infancia y adolescencia en lo que acabará siendo un homenaje a la vida de su padre y a los que lucharon como él.

André, su padre, maestro de profesión, tenía la curiosa afición de disfrazarse de augusto, y amenizaba cualquier fiesta, aunque sin pedir dinero a cambio. Colegas de profesión, alumnos y conocidos lo consideraban un fenómeno, aunque para el hijo solo era un gracioso que no sabía actuar. Pasaría toda su infancia avergonzándose de esa curiosa afición de su padre, sin entender qué conseguía humillando a la familia.

En la adolescencia entrará finalmente en los secretos de los mayores de la mano de Gaston, un primo de su padre casado con Nicole y a los que el narrador, siguiendo sus prejuicios adolescentes, siempre había considerado como una pareja simplona. El relato ahora pasa a ser narrado por Gaston, que cuenta como él y su primo entraron en la resistencia primero por diversión, y cómo se vieron involucrados en un importante hecho que casi les cuesta la vida, y que sería el detonante de esa afición a disfrazarse de payaso. El acontecimiento narrado por Gaston y que protagonizaron también André y Nicole (esta última con un papel decisivo), hará que los dos primos se dediquen a luchar en la resistencia a plena dedicación desde ese momento.

El conocimiento de los secretos de su familia llevará al narrador a mirarlos a todos con otros ojos a partir de ahí, y así en una breve tercera parte, dedicada expresamente a su padre, cierra la historia preparándose para asistir al juicio de un verdugo que disfrutó de una libertad que no merecía. Se siente en la necesidad de representar a su familia y a todos aquellos cuyas risas se terminaron.


Estamos ante una historia corta que se lee de tirón, o algo más despacio si quieres saborearla. Es un homenaje a la memoria, de los hechos pasados y a la figura de los que los protagonizaron. En algún momento encontramos el abismo generacional que parece habernos alejado de nuestros mayores. ¡Qué fácil sería todo en las familias si no se guardaran tantos secretos.! Lo que en un principio era vergüenza del protagonista hacia la figura de su padre, se convertirá en admiración. Tendrá que llegar a la adolescencia para que el protagonista sepa la verdadera razón de la forma de actuar de sus mayores. Debería haber diálogo entre las familias, sin importar la edad de sus componentes (claro que eso era difícil en una época en la que los hijos no tuteaban a sus padres y éstos a su vez no veían necesario hacer partícipes a sus hijos de sus inquietudes).

A pesar de ser una historia corta, coges cariño a los protagonistas, especialmente al narrador, que aunque pasa la infancia avergonzado por las excentricidades de los actos de su padre y la condescendencia que parece mostrar su madre, acepta los hechos cuando conoce el porqué de los mismos en su adolescencia. Ese descubrimiento hará que se acerque a ellos con nuevos ojos, haciendo de su lucha una necesidad personal que rememorará el respeto hacia los que ya no están; podía haberse mantenido alejado de esta lucha, pero sin embargo la hará suya, y algo de lo que se avergonzaba en su niñez será para él motivo de homenaje. En cuanto al resto de personajes, aunque conocemos poco de ellos, resultan creíbles y dignos de admiración, por algún acto heroico del que vamos teniendo noticia (es el caso de André y Gaston), por su sacrificio (en el caso de Nicole), y por su compasión (caso del soldado-payaso que tanto influirá en la vida de los protagonistas).

Una lectura rápida, amena, y que nos deja pensando, que está dedicada a la memoria de los que ya no están, y que viene a recordarnos que no hay que guardar secretos, y que en momentos de miedo y desesperación, la risa puede ser el mejor antídoto. Recomendable.

El libro fue llevado al cine en 2003 por el director francés Jean Becker, pero no he tenido oportunidad de acercarme a la adaptación cinematográfica. En este caso, he podido disfrutar del libro, y me han quedado ganas de ver la película, así que ya la buscaré; a mi modo de ver, si te apetece ver una versión cinematográfica después de leer un libro, son puntos positivos para el libro.


3 comentarios:

  1. ¡Qué fácil sería todo en las familias si no se guardaran tantos secretos! - muy bien dicho. Creo que voy a llevarme prestada esta frase, si me lo permites. Estoy preparando una reseña sobre el mismo problema. Este libro tiene muy buena pinta - me lo llevo también!
    saludos

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  2. No me importaría leerlo. Me ha llamado la atención.

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  3. No lo conocía pero creo que me gustaría y además esta letra también la tengo pendiente y no sabía muy bien qué autor seleccionar, lo tendré en cuenta
    Besos

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