miércoles, 17 de diciembre de 2014

El clavo. El amigo de la Muerte. La mujer alta. (Pedro Antonio de Alarcón).

Acercamiento a tres historias clásicas, escritas en el siglo XIX, de la mano de un escritor español.

Datos sobre el libro
© 2002 Ediciones Rueda, J. M., S. A.
Primera edición: 2002
Formato: Tapa dura
ISBN: 84-8447-1136
160 páginas.
Colección: Novelas de suspense y terror

Autor: Pedro Antonio de Alarcón



Impresiones sobre el libro

Hay que reconocer que la literatura española de todos los tiempos cuenta con autores y títulos muy recomendables, aunque en ocasiones tengamos cierto temor a acercarnos ellos. La palabra "clásicos" a menudo nos aterra, pero hay mucho bueno donde elegir. No me he apuntado al mes temático que se está desarrollando en diciembre en la blogosfera, pero intentando, in extremis, adelantar retos a los que sí me apunté (llámese genérico y 25 españoles), recordé El clavo, un libro del que disfruté cuando era pequeña su versión cinematográfica, y que reconozco me dio un poco de miedo. Escrito por Pedro Antonio de Alarcón, autor español nacido en 1833, se nos presenta como un relato con un punto de suspense que siempre agradezco y que suelo buscar en los libros que leo, que sirve perfectamente para adelantar retos, y lo que es más importante, una trama con la que se disfruta.

He tenido la suerte de encontrar en la biblioteca un ejemplar en papel (el que aquí presento), que recopila en el mismo tomo tres historias: El clavo. Causa célebreEl amigo de la muerte. Cuento fantástico, y La mujer alta. Cuento de miedo.

Personalmente prefiero la lectura en papel, pero estos son relatos que pueden encontrarse gratuitamente en la red. Pinchando sobre cada uno de los títulos se accede a los mismos en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.



"El clavo" es un relato policíaco, publicado en 1853. La trama se centra en la figura de un juez, empecinado en resolver un crimen, cuya aclaración traerá su desgracia, aunque entonces él no lo sabe.

La historia está contada por Felipe, que narra lo que le sucedió a su amigo juez, al que da el nombre ficticio de Joaquín Zarco, y a él mismo. Felipe conoce a una misteriosa dama, Mercedes, con la que viaja en diligencia mientras acude al encuentro de su amigo; Joaquín conoció tiempo atrás a una bella mujer, Blanca, de la que se enamoró, aunque ella desapareció cuando se iban a casar.

Un paseo por el cementerio el día de difuntos hace que encuentren de forma casual una calavera atravesada por un clavo de hierro. El problema de espacio en el cementerio hacía que se trasladaran al osario común restos humanos bastante recientes para poder seguir enterrando. Estaba claro para el juez que el propietario de estos huesos no había muerto de forma natural y así decide investigar el asesinato. Por los datos encontrados en los restos del ataúd descubrieron que el difunto falleció en 1843, y con las iniciales y el libro de sepelios de ese año dieron con su identidad. La investigación llevada a cabo por el juez da como sospechosa principal del asesinato a la esposa del difunto: Gabriela Zahara, una hermosa mujer que sufría malos tratos y actuó por amor.

Felipe es el narrador de la historia, simple espectador, aunque ayuda al lector a conocer al resto de personajes y a comprender su forma de actuar; Joaquín se nos presenta como buena persona, pero su trabajo de juez lo convierte en alguien estricto que antepone la justicia a lo personal. La sospechosa de asesinato se nos presenta como una mujer valiente que decide luchar por mejorar su destino, aunque para ello tenga que recurrir al asesinato de su esposo.

De forma ágil, el autor consigue atraparnos con su historia, en la que abundan los diálogos y se suceden las tramas, dando paso a una narración que deja espacio para el amor, la justicia, la sorpresa y un desenlace no exento de emoción.




"El amigo de la Muerte" (1852) nos presenta al personaje de Gil Gil. hijo, nieto y bisnieto de los mejores zapateros de viejo de la Corte, tanto por parte materna como paterna. El matrimonio de sus padres, Crispina López y Juan Gil fue corto; Gil Gil fue sietemesino y su madre murió al dar a luz. Durante siete meses a la zapatería acudía, sin que se supiera muy bien el motivo, el conde de Rionuevo, con el capricho de calzar sus delicados pies. Gil Gil perdió a su padre con catorce años y el conde de Rionuevo lo llevaría a su propio palacio en calidad de paje, aunque esto no hiciera gracia a su esposa. Estos años que Gil Gil pasó en casa del conde fueron los mejores, porque además de recibir alguna educación acudía por las noches con su protector a casa del duque de Monteclaro que tenía una hija, Elena, con la que el protagonista compartía juegos de infancia y de la que se fue poco a poco enamorando. Durante tres años el hijo del zapatero vivió en una atmósfera de lujo, e incluso entró en la Corte, de la mano del conde, pero éste falleció ab intestato y la condesa lo echó de casa, no teniendo más remedio que volver al taller donde tantos años trabajó su padre, olvidándose de Elena, que partió con los suyos a Francia.

La historia se desarrolla en el siglo XVII. Gil Gil seguía trabajando de zapatero remendón deteriorando sus manos, pero los domingos se vestía con sus antiguos trajes de paje y acudía a la iglesia de San Millán, cercana al palacio de Santaclara, donde Elena solía oír misas de joven, aunque por antiguos conocidos de su época de paje supo que seguía en Francia.
Nadie en ese barrio podía sospechar que Gil Gil era un simple zapatero, pero un día la desgracia hizo que la condesa de Rionuevo y la propia Elena lo vieran y su fachada como perteneciente a las clases superiores se desmoronó. Volviendo a su casa cayó enfermo y un vecino tuvo que vender sus muebles y enseres para cuidarlo y hacer frente a los gastos médicos y de botica. Sin negocio, sin familia, vestido con harapos, debilitado por la enfermedad  y sin esperanza de volver a ver a Elena, la idea del suicidio pasó por su imaginación. Es aquí cuando aparece la figura de la Muerte, el otro protagonista de la historia junto a Gil Gil, y la causa principal de sus infortunios, puesto que se llevó a sus padres y al conde que lo protegía.

La Muerte "parecía un ser humano sin sexo, un cuerpo sin alma, o más bien un alma sin cuerpo mortal determinado". Culpable de la desventura de Gil Gil la Muerte se convierte en su amigo y promete hacerle médico, pero un médico que le conozca, vea y hable, y con esto se dirigen a La Granja, para ver al ex rey Felipe V, que había abdicado en favor de su hijo Luis I, ahora gravemente enfermo. A cambio de ser médico de cámara, obtener título de duque y treinta mil pesos, Gil Gil ofrece a Felipe V información sobre qué rey, el de Francia o España, a cuyas coronas aspiraba, moriría antes.

Con la posibilidad de ver a la Muerte y con unos códigos que pactaron entre ellos, Gil Gil será capaz de pronosticar el fallecimiento de algunos personajes importantes de la Corte y su fama irá en aumento. El relato nos sirve para acercarnos a la situación histórica vivida en España con el reinado de Felipe V y su sucesor. La historia, como buen relato fantástico, aún nos deparará sorpresas que tendrán como protagonista a Gil Gil y a su entorno, y deja paso a un final inesperado que en ningún momento podíamos imaginar. El autor sabe llevarnos, de la mano de un narrador externo, por una trama que avanzará mucho en el tiempo hacia un sorprendente final.



En "La mujer alta" (1881), Gabriel, ingeniero de Montes, reunido con cinco amigos en la cumbre del Guadarrama, relata en 1875 una historia protagonizada por Telesforo X..., ingeniero de Caminos, que murió en 1860.

Telesforo, joven muy brillante, estaba prometido con Joaquinita Moreda, que murió repentinamente en el verano de 1859. Aprovechando que Gabriel fue a consolarlo tras la muerte de su novia, le hizo partícipe de sus miedos: lo que más le asustaba desde su más tierna infancia era encontrarse a una mujer sola, en la calle, a altas horas de la noche, ya fuera un hecho real o producto de su imaginación. A pesar de que nunca había sido cobarde, esa visión le hacía pensar en almas de otro mundo, o en seres fantásticos, y el miedo no se le iba hasta que se veía en su casa. En 1857, después de salir arruinado de una casa de juegos a la que había ido medio engañado por un amigo, y antes de llegar a su casa, se cruzó con la figura de de una mujer alta y fuerte, como de setenta años, con ojos audaces y malignos que se clavaron en los suyos mientras su desdentada boca le hacía una mueca horrible; era como si ya desde la cuna hubiera temido ese encuentro. Esa noche le informaron de la muerte de su padre, aquejado ese invierno de fuertes ataques de su enfermedad crónica. Esa noche tres ideas pululaban por la mente de Telesforo: su pérdida al juego, el encuentro con la mujer alta y la muerte de su padre.

Volvería a tropezar con la misma mujer el día que recibió la noticia de la muerte de su novia. Ambos se reconocen de tres años antes, y Telesforo solo piensa en acabar con ella, porque no sabe qué o quién es, solo que se presenta en su vida cuando le sucede alguna desgracia.

Gabriel, destinado en Albacete por su trabajo se entera semanas después que Telesforo había sido víctima de una ictericia y que los médicos no tenían esperanza de salvarlo. Al cabo de unos meses Gabriel regresa a Madrid y en el periódico encuentra la noticia del fallecimiento de su amigo y la invitación a su entierro, y allí será Gabriel el protagonista de las "casualidades" que vivió su amigo.

Relato corto, aunque vibrante. El lenguaje utilizado por el autor y la forma de narrar hacen que se avance en la historia con una especie de nudo, deseando saber el desenlace final.


En definitiva, estos tres ejemplos de literatura clásica suponen un acercamiento a la literatura romántica propia del siglo XIX, y con su toque de intriga y misterio resultan recomendables para los amantes del género, a pesar de haber sido escritos hace tantos años. Siempre está bien revisar los clásicos, se encuentran gratas sorpresas, y el libro hoy presentado es un claro ejemplo de ello.



Datos sobre el autor (Tomados del propio libro)

Pedro Antonio de Alarcón nació en Guadix (Granada) en 1833, falleciendo en Madrid en 1891. Sin vocación religiosa, pese a haber cursado estudios de teología, fundó el periódico El Eco de Occidente, en el que dio a conocer sus primeros trabajos literarios. Fue en su segunda visita a Madrid, cuando tomó la dirección de El Látigo, donde destacó por sus ataques a Isabel II, y tras un duelo con García de Quevedo, que le perdonó la vida, cuando decide dedicarse por entero a la literatura. Fue un brillante periodista, redactor de cuentos amenos y crónicas celebradas. Hizo una incursión en el teatro con El Hijo Pródigo, pero la dureza de los críticos le hizo abandonar su empeño. Participó en la guerra de África como soldado y de nuevo en Madrid se dedica con pasión a la política, lo que le valió el cargo de Ministro plenipotenciario en Suecia y Noruega, consejero de Estado y académico de la Lengua. Sus obras siguientes le valieron el favor del público, aunque fue denostado por quienes eran partidarios del naturalismo francés. Alarcón dio mucho trabajo a las imprentas de la época que no dejaban de reeditar: El sombrero de tres picos, La Alpujarra, El escándalo. El clavo, El final de Norma y otras muchas obras en las que destaca una visión lúcida de la España de su tiempo, habilidad narrativa y sentido del humor.


1 comentario:

  1. Me alegra encontrar esta entrada. Este verano vi en Historia de Nuestro Cine, "El clavo" y la verdad es que me decepcionó un poco, aunque la atmósfera conseguida, sobre todo en el cementerio, durante ese paseo entre el juez y su secretario y el descubrimiento del cráneo atravesado por el clavo -aunque ya podían haberlo mostrado en la peli, que ni de eso son capaces- es muy sugerente y, en general, me gustó. También destacaría el humor de algunas escenas como las del juzgado en las que creo recordar que ya hay una crítica de los defectos funcionariales.
    De las tres historias que has presentado, la que más me llama la atención es "La mujer alta", aunque el título no me gusta demasiado.
    carlos

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