Datos técnicos
Título: Generación EGB
Autor: Javi Nieves
Editorial: Espasa Boreal
ISBN: 978-84-670-1885-1
Formato: Rústica con solapas
208 páginas.
Precio: 16'90€
Editado en 2013.
Impresiones sobre el libro
Retomo el blog con la reseña de un libro ágil, de esos que se devoran, y que me ha sacado alguna que otra sonrisa, al tiempo que me hacía recordar aspectos de una ya lejana infancia. Seguro que muchos ya se han acercado a la lectura de este libro; a los que no lo hayan hecho, se lo recomiendo. No he tenido el placer de escuchar el programa de radio en el que el libro parece basarse, pero este hecho no resulta ser ningún inconveniente; el libro hace un recorrido por una parte de la vida de aquellos que disfrutamos o sufrimos (según la percepción de cada uno), la antigua Educación General Básica, y no solo en los aspectos propios de la educación, sino en nuestro día a día, con familia, amigos y diversiones. Constituye un auténtico repaso por las vidas de aquellos que ya pasan de la treintena y sirve como recordatorio de buenos momentos pasados, de forma que a medida que avanzamos en la lectura vamos rememorando antiguas vivencias.
Estructurado en un índice y diez capítulos, y una especie de epílogo final, la lectura nos va llevando por distintos aspectos de nuestras vidas en la ya lejana infancia. Es un guiño que el autor dedica especialmente a los que nacimos en los años setenta u ochenta, que somos los que verdaderamente vivimos lo relatado en el libro, pero resulta una lectura recomendable para todas las edades, una forma de ver cómo vivimos nuestra infancia los de esa generación en nuestras relaciones con amigos, en familia y en el colegio.
Es cierto que no tuvimos que aprendernos la lista de los reyes godos, pero nos aseguraron que para ser alguien en la vida había que estudiar y tener carrera, y en el colegio pasábamos buenos ratos con compañeros de clase con algunos de los cuales mantenemos buena amistad, y con los que compartíamos juegos en los recreos y por las tardes, porque si algo caracterizaba nuestra generación es que estábamos todo el día en la calle, jugando a las canicas, a la comba, al escondite, a la goma, persiguiéndonos los unos a los otros... No necesitábamos costosos juguetes para divertirnos, unas simples canicas, una peonza, una tiza, una goma o un simple bote de refresco que había que patalear para salvar a todos los compañeros podían dar lugar a una tarde larga y divertida. No hacía falta quedar con nadie, siempre encontrabas compañeros con quienes jugar; bajabas con el bocadillo untado de mantequilla y relleno de fiambre (incluso nos hacíamos bocadillos de onzas de chocolate) y después de unos cuantos bocados retornábamos a nuestros juegos. Si teníamos la suerte de disponer de algunas pesetillas acudíamos a la tienda de chuches para disfrutar de auténticos manjares (nunca cundió más una moneda de 25 pesetas). Algunas de las chucherías y helados que disfrutábamos en nuestra infancia se siguen produciendo, lo que no está acorde con aquellos tiempos que el libro rememora es el precio abusivo que ahora han alcanzado.
El colegio nos marcó, sobre todo si nos gustaba estudiar, y aún recordamos a compañeros y a los profesores que nos enseñaron. Aún somos capaces de tararear las canciones que entonábamos cuando íbamos de excursión y lo más importante, recordamos bastantes datos de lo que estudiamos. Creo que somos una generación que adquirió una cultura general que aún conservamos, y que nos hemos preocupado por ampliar; a todo esto contribuyó quizá la televisión en la que, a pesar de tener solo dos canales, abundaban los concursos culturales, como "El tiempo es oro", presentado por el inolvidable Constantino Romero, y el "3x4" de Julia Otero, "Los sabios", de la mano de Isabel Garbi (luego Isabel Gemio), "La caza del tesoro", con Miguel de la Cuadra Salcedo y el mítico "Un, dos, tres", presentado por Mayra Gómez Kemp.
La televisión nos marcó, nos la creíamos. Hay una mítica frase que recordamos: Lo ha dicho la tele. (Y si lo decía la tele, iba a misa). Hoy en día no la creemos tanto. Son numerosos los programas que han marcado nuestra generación y con los que pasamos muchas horas delante del televisor: quién no recuerda "Los payasos de la tele", "Sabadabadá", "Barrio Sésamo" o la mítica "La bola de cristal", donde descubrimos a Alaska y a algunos de los participantes de la llamada movida, un programa contra el inconformismo que nos dejaba pensando... gracias a las ocurrencias de la bruja Avería y a los electroduendes. Nos caían bien hasta los miembros de la "familia Telerín", que nos mandaban cada noche a la cama. La televisión también conseguía que las series se vieran en familia, y aunque en ocasiones éramos los encargados de cambiar de canal actuando como mando a distancia móvil, disfrutábamos con "La casa de la pradera", "Bonanza" y el mítico "MacGyver", que salía de las situaciones más complicadas actuando como un verdadero manitas. Aún recordamos los dibujos de nuestra infancia: "Heidi", "Marco", "Érase una vez... el hombre", "La abeja Maya", "Mazinger Z", "Comando G", y estoy convencida de que seríamos capaces de continuar la sintonía de estas series si alguien se arrancara a cantar. En nuestra infancia había grupos musicales que cantaban para los niños: Enrique y Ana, Botones, las canciones de los payasos de la tele, Parchís... pero a medida que íbamos creciendo y gracias a programas televisivos como "Aplauso" y "Tocata" empezábamos a disfrutar de música pop nacional e internacional destinada a un público de mayor edad, y aquí cada uno tenía sus gustos: Olé Olé, Mecano, Radio Futura, Hombres G, Spandau Ballet, Duran Duran... son algunos de los grupos que nos han ido acompañando a lo largo de nuestra vida. La vida está compuesta de ciclos y los ciclos vuelven, y también los grupos musicales, algunos de los cuales no se han acabado de retirar.
Comprábamos y leíamos revistas como "Súper Pop" o "El Gran Musical", y con los pósters que regalaban empapelábamos las paredes de nuestra habitación, y con las fotografías que recortábamos de cantantes solistas, grupos musicales y actores de moda, forrábamos las carpetas que llevábamos al colegio en nuestras mochilas, acompañadas de esos estuches planos con cremallera, de uno o dos pisos, que nos habían traído los Reyes junto a la caja transparente de 36 rotuladores de la marca Carioca. La economía no siempre era boyante y los Reyes no acertaban normalmente con los regalos, aunque nos conformábamos con lo que trajeran, pero siempre caía algo de material escolar que nos ilusionaba (lo importante era estrenar). Si algo recordamos de esa etapa en estas fechas navideñas que se acercan es el anuncio de "Las muñecas de Famosa" dirigiéndose al portal; melodía que aún hoy día soy capaz de recordar. La publicidad de la televisión no resultaba pesada y aún flotan en nuestra memoria personajes como el "mayordomo de Tenn" o "el hombre de la tónica Schweppes".
Disfrutamos con las primeras tecnologías: grabábamos nuestra música de la radio en cintas de cassette, rezando para que el locutor no hablara antes de que terminara la canción, rebobinábamos las cintas con ayuda de un bolígrafo Bic para evitar que se engancharan y las escuchábamos en walkmans. En poder de nuestro primer vídeo (en mi caso fue el Beta, pero acabamos comprando un VHS) grabábamos las películas o series de la tele y en el cine disfrutamos de películas como "ET" o "Los Goonies", una de las mejores en mi opinión. No tuvimos móvil, pero pudimos sobrevivir sin él (evidentemente, no se echa de menos lo que no se tiene), aunque algunos disfrutaron de los primeros ordenadores (Spectrum, Amstrad) utilizados básicamente para jugar (también podían grabarse los juegos en cassettes).
Si algo nos une a los que pertenecemos a esta generación es nuestro amor por la lectura, no sé si porque lo inculcaban en clase o porque nos nacía dentro. Además de leer las revistas musicales, devorábamos cómics de "Mortadelo y Filemón", "Rompetechos", "13 Rúe del Percebe", "Esther y su mundo" y "Candy, Candy" (de la que también pudimos disfrutar en televisión), y nos acercábamos a las aventuras de "Los cinco", y a toda la obra de Enid Blyton, así como a los "Clásicos Ilustrados", versiones adaptadas que combinaban letra y viñetas de los grandes monstruos de la literatura universal. En esta etapa de EGB descubrí a Agatha Christie y creo que aquí se inició mi gusto por la literatura de intriga.
En el epílogo final, "Nos quedamos en la EGB...", se rematan en dos páginas expresiones utilizadas en esa época y se concluye que seguimos ahí si las solemos utilizar. Son de nuestra generación.
Opinión personal
A pesar de no ser un libro demasiado extenso, se hace un repaso exhaustivo por aspectos que caracterizaron la vida de los llamados miembros de esta generación. Javi Nieves nos transporta con sus recuerdos y los que nosotros mismos aportamos al leer el libro por anécdotas del colegio, con los juegos que desarrollábamos con compañeros, el material escolar utilizado para nuestro aprendizaje, los momentos de diversión y las gamberradas sin importancia con las que pasábamos el rato, nos habla del entorno familiar, de la relación con los nuestros, de lo que comíamos, lo que veíamos en la tele o en el cine, o lo que leíamos, de la música que escuchábamos, de la ropa y las pintas que llevábamos (ahora no sabemos cómo pudimos ponernos esas prendas)... Desde luego, a la hora de leer el libro podemos sentirnos más o menos identificados con lo que el autor cuenta (no todos somos iguales ni hemos pasado una misma infancia y adolescencia), pero en general el libro está conseguido y cumple su función. Es uno de esos libros que se devoran, que se leen prácticamente de una sentada (si se tarda más es porque tiendes a rememorar aquello que te están narrando). Reconozco que me acerqué al libro de casualidad, buscando el ya famoso "Yo fui a EGB" en la biblioteca que frecuento y descubrí este título que ha supuesto una lectura agradable y recomendable no solo para los que vivimos esa época que narra, sino para todas las edades. Si hay que poner una nota negativa, aunque en cuanto a estructura y a contenido no la merece, es la falta de fotografías, aunque por otro lado puede ser algo positivo, ya que al no haber fotos se desarrolla más la capacidad de recuerdo que tenemos cada uno. En definitiva, lectura 100% recomendable.
Título: Generación EGB
Autor: Javi Nieves
Editorial: Espasa Boreal
ISBN: 978-84-670-1885-1
Formato: Rústica con solapas
208 páginas.
Precio: 16'90€
Editado en 2013.
Sinopsis (trasera del libro): Generación EGB es un libro basado en la sección del mismo nombre del programa La Mañana de COPE, que conduce Javi Nieves. Un viaje al pasado que pretende sacudir la memoria de los que crecimos a base de Bollycaos y bocadillos de Tulipán, entre partidos de fútbol-chapa y clases de mecanografía. Una mirada nostálgica, divertida e irónica a aquellos años.
¿Te marcó la muerte de Chanquete?
¿Te obligaba tu madre a beber muy rápido el zumo de naranja porque se le iban las vitaminas?
¿Tenías que esperar dos horas para hacer la digestión antes de bañarte en la piscina?
¿Rebobinabas las cintas de música con un boli Bic?
Si la respuesta es afirmativa, eres de los nuestros. ¡Por tus venas corre el gen de la EGB!
Aquí la cuenta de Twitter del autor: https://twitter.com/javinieves
Impresiones sobre el libro
Retomo el blog con la reseña de un libro ágil, de esos que se devoran, y que me ha sacado alguna que otra sonrisa, al tiempo que me hacía recordar aspectos de una ya lejana infancia. Seguro que muchos ya se han acercado a la lectura de este libro; a los que no lo hayan hecho, se lo recomiendo. No he tenido el placer de escuchar el programa de radio en el que el libro parece basarse, pero este hecho no resulta ser ningún inconveniente; el libro hace un recorrido por una parte de la vida de aquellos que disfrutamos o sufrimos (según la percepción de cada uno), la antigua Educación General Básica, y no solo en los aspectos propios de la educación, sino en nuestro día a día, con familia, amigos y diversiones. Constituye un auténtico repaso por las vidas de aquellos que ya pasan de la treintena y sirve como recordatorio de buenos momentos pasados, de forma que a medida que avanzamos en la lectura vamos rememorando antiguas vivencias.
Estructurado en un índice y diez capítulos, y una especie de epílogo final, la lectura nos va llevando por distintos aspectos de nuestras vidas en la ya lejana infancia. Es un guiño que el autor dedica especialmente a los que nacimos en los años setenta u ochenta, que somos los que verdaderamente vivimos lo relatado en el libro, pero resulta una lectura recomendable para todas las edades, una forma de ver cómo vivimos nuestra infancia los de esa generación en nuestras relaciones con amigos, en familia y en el colegio.
Es cierto que no tuvimos que aprendernos la lista de los reyes godos, pero nos aseguraron que para ser alguien en la vida había que estudiar y tener carrera, y en el colegio pasábamos buenos ratos con compañeros de clase con algunos de los cuales mantenemos buena amistad, y con los que compartíamos juegos en los recreos y por las tardes, porque si algo caracterizaba nuestra generación es que estábamos todo el día en la calle, jugando a las canicas, a la comba, al escondite, a la goma, persiguiéndonos los unos a los otros... No necesitábamos costosos juguetes para divertirnos, unas simples canicas, una peonza, una tiza, una goma o un simple bote de refresco que había que patalear para salvar a todos los compañeros podían dar lugar a una tarde larga y divertida. No hacía falta quedar con nadie, siempre encontrabas compañeros con quienes jugar; bajabas con el bocadillo untado de mantequilla y relleno de fiambre (incluso nos hacíamos bocadillos de onzas de chocolate) y después de unos cuantos bocados retornábamos a nuestros juegos. Si teníamos la suerte de disponer de algunas pesetillas acudíamos a la tienda de chuches para disfrutar de auténticos manjares (nunca cundió más una moneda de 25 pesetas). Algunas de las chucherías y helados que disfrutábamos en nuestra infancia se siguen produciendo, lo que no está acorde con aquellos tiempos que el libro rememora es el precio abusivo que ahora han alcanzado.
El colegio nos marcó, sobre todo si nos gustaba estudiar, y aún recordamos a compañeros y a los profesores que nos enseñaron. Aún somos capaces de tararear las canciones que entonábamos cuando íbamos de excursión y lo más importante, recordamos bastantes datos de lo que estudiamos. Creo que somos una generación que adquirió una cultura general que aún conservamos, y que nos hemos preocupado por ampliar; a todo esto contribuyó quizá la televisión en la que, a pesar de tener solo dos canales, abundaban los concursos culturales, como "El tiempo es oro", presentado por el inolvidable Constantino Romero, y el "3x4" de Julia Otero, "Los sabios", de la mano de Isabel Garbi (luego Isabel Gemio), "La caza del tesoro", con Miguel de la Cuadra Salcedo y el mítico "Un, dos, tres", presentado por Mayra Gómez Kemp.
La televisión nos marcó, nos la creíamos. Hay una mítica frase que recordamos: Lo ha dicho la tele. (Y si lo decía la tele, iba a misa). Hoy en día no la creemos tanto. Son numerosos los programas que han marcado nuestra generación y con los que pasamos muchas horas delante del televisor: quién no recuerda "Los payasos de la tele", "Sabadabadá", "Barrio Sésamo" o la mítica "La bola de cristal", donde descubrimos a Alaska y a algunos de los participantes de la llamada movida, un programa contra el inconformismo que nos dejaba pensando... gracias a las ocurrencias de la bruja Avería y a los electroduendes. Nos caían bien hasta los miembros de la "familia Telerín", que nos mandaban cada noche a la cama. La televisión también conseguía que las series se vieran en familia, y aunque en ocasiones éramos los encargados de cambiar de canal actuando como mando a distancia móvil, disfrutábamos con "La casa de la pradera", "Bonanza" y el mítico "MacGyver", que salía de las situaciones más complicadas actuando como un verdadero manitas. Aún recordamos los dibujos de nuestra infancia: "Heidi", "Marco", "Érase una vez... el hombre", "La abeja Maya", "Mazinger Z", "Comando G", y estoy convencida de que seríamos capaces de continuar la sintonía de estas series si alguien se arrancara a cantar. En nuestra infancia había grupos musicales que cantaban para los niños: Enrique y Ana, Botones, las canciones de los payasos de la tele, Parchís... pero a medida que íbamos creciendo y gracias a programas televisivos como "Aplauso" y "Tocata" empezábamos a disfrutar de música pop nacional e internacional destinada a un público de mayor edad, y aquí cada uno tenía sus gustos: Olé Olé, Mecano, Radio Futura, Hombres G, Spandau Ballet, Duran Duran... son algunos de los grupos que nos han ido acompañando a lo largo de nuestra vida. La vida está compuesta de ciclos y los ciclos vuelven, y también los grupos musicales, algunos de los cuales no se han acabado de retirar.
Comprábamos y leíamos revistas como "Súper Pop" o "El Gran Musical", y con los pósters que regalaban empapelábamos las paredes de nuestra habitación, y con las fotografías que recortábamos de cantantes solistas, grupos musicales y actores de moda, forrábamos las carpetas que llevábamos al colegio en nuestras mochilas, acompañadas de esos estuches planos con cremallera, de uno o dos pisos, que nos habían traído los Reyes junto a la caja transparente de 36 rotuladores de la marca Carioca. La economía no siempre era boyante y los Reyes no acertaban normalmente con los regalos, aunque nos conformábamos con lo que trajeran, pero siempre caía algo de material escolar que nos ilusionaba (lo importante era estrenar). Si algo recordamos de esa etapa en estas fechas navideñas que se acercan es el anuncio de "Las muñecas de Famosa" dirigiéndose al portal; melodía que aún hoy día soy capaz de recordar. La publicidad de la televisión no resultaba pesada y aún flotan en nuestra memoria personajes como el "mayordomo de Tenn" o "el hombre de la tónica Schweppes".
Disfrutamos con las primeras tecnologías: grabábamos nuestra música de la radio en cintas de cassette, rezando para que el locutor no hablara antes de que terminara la canción, rebobinábamos las cintas con ayuda de un bolígrafo Bic para evitar que se engancharan y las escuchábamos en walkmans. En poder de nuestro primer vídeo (en mi caso fue el Beta, pero acabamos comprando un VHS) grabábamos las películas o series de la tele y en el cine disfrutamos de películas como "ET" o "Los Goonies", una de las mejores en mi opinión. No tuvimos móvil, pero pudimos sobrevivir sin él (evidentemente, no se echa de menos lo que no se tiene), aunque algunos disfrutaron de los primeros ordenadores (Spectrum, Amstrad) utilizados básicamente para jugar (también podían grabarse los juegos en cassettes).
Si algo nos une a los que pertenecemos a esta generación es nuestro amor por la lectura, no sé si porque lo inculcaban en clase o porque nos nacía dentro. Además de leer las revistas musicales, devorábamos cómics de "Mortadelo y Filemón", "Rompetechos", "13 Rúe del Percebe", "Esther y su mundo" y "Candy, Candy" (de la que también pudimos disfrutar en televisión), y nos acercábamos a las aventuras de "Los cinco", y a toda la obra de Enid Blyton, así como a los "Clásicos Ilustrados", versiones adaptadas que combinaban letra y viñetas de los grandes monstruos de la literatura universal. En esta etapa de EGB descubrí a Agatha Christie y creo que aquí se inició mi gusto por la literatura de intriga.
En el epílogo final, "Nos quedamos en la EGB...", se rematan en dos páginas expresiones utilizadas en esa época y se concluye que seguimos ahí si las solemos utilizar. Son de nuestra generación.
Opinión personal
A pesar de no ser un libro demasiado extenso, se hace un repaso exhaustivo por aspectos que caracterizaron la vida de los llamados miembros de esta generación. Javi Nieves nos transporta con sus recuerdos y los que nosotros mismos aportamos al leer el libro por anécdotas del colegio, con los juegos que desarrollábamos con compañeros, el material escolar utilizado para nuestro aprendizaje, los momentos de diversión y las gamberradas sin importancia con las que pasábamos el rato, nos habla del entorno familiar, de la relación con los nuestros, de lo que comíamos, lo que veíamos en la tele o en el cine, o lo que leíamos, de la música que escuchábamos, de la ropa y las pintas que llevábamos (ahora no sabemos cómo pudimos ponernos esas prendas)... Desde luego, a la hora de leer el libro podemos sentirnos más o menos identificados con lo que el autor cuenta (no todos somos iguales ni hemos pasado una misma infancia y adolescencia), pero en general el libro está conseguido y cumple su función. Es uno de esos libros que se devoran, que se leen prácticamente de una sentada (si se tarda más es porque tiendes a rememorar aquello que te están narrando). Reconozco que me acerqué al libro de casualidad, buscando el ya famoso "Yo fui a EGB" en la biblioteca que frecuento y descubrí este título que ha supuesto una lectura agradable y recomendable no solo para los que vivimos esa época que narra, sino para todas las edades. Si hay que poner una nota negativa, aunque en cuanto a estructura y a contenido no la merece, es la falta de fotografías, aunque por otro lado puede ser algo positivo, ya que al no haber fotos se desarrolla más la capacidad de recuerdo que tenemos cada uno. En definitiva, lectura 100% recomendable.
Cuando lo lei, lo disfrute mucho. Me hizo recordar un monton de cosas olvidadas. Un beso
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