La reseña de este libro sirve para adelantar retos: autor español, cuyo apellido empieza por la letra U y libro de relatos. Lo encontré en la biblioteca, casi por casualidad, buscando títulos de autores cuyo apellido empezara por U y no pude resistirme a cogerlo. Es un libro corto, y al tratarse de relatos puedes compaginarlo con otras lecturas, lo que resulta ideal si quieres desconectar. Sin más, vamos con los datos técnicos del libro:
Premio NH **** de Relatos 2001.
El 15 de enero de 2002, un jurado compuesto por Gabriele Burgio, J. J. Armas Marcelo, Carmen Posadas, Juan Manuel de Prada, Santos Sanz Villanueva y José Luis Martín Nogales otorgaron este premio entre otros muchos.
(El Premio NH ***** fue para "Cosas que ya no existen", de Cristina Fernández Cubas).
Edita: ©NH Hoteles
Director de la colección: José Luis Martín Nogales
Depósito Legal: NA - 2.391/2002
Formato: Rústica con solapas
160 páginas
Guerras privadas, el libro de relatos que hoy reseñamos, está compuesto por cinco piezas:
- Amigos para siempre
- Atardecer en la feria
- Jardín de infancia
- Azul marino o gris marengo
- País en armas, héroes de barro
Colección de historias que reflejan situaciones cotidianas en las que algunos comportamientos del pasado condicionan un presente turbador e inquietante. En ellas, en opinión del autor, "el humor se revela como el mejor instrumento para decir al mismo tiempo cosas serias".
Datos sobre el autor
Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) es licenciado en Derecho, pero profesionalmente se ha dedicado al periodismo. Ha publicado varios volúmenes de relatos: "Los traficantes de palabras" (1990), "Noticia de tierras improbables" (1992), "Manual para extranjeros" (1993) y "La isla de Komodo" (1996). Con su novela "Los cuerpos de las nadadoras" fue finalista del premio Herralde en 1996 y obtuvo el Premio Euskadi de Literatura al año siguiente. Es autor también de la novela "Pactos secretos" (2009) y más recientemente de "El país del dinero" (2012). Para ampliar la información sobre el autor, os dejo su ficha en Lecturalia.
Acercamiento a los relatos que conforman el libro
"Amigos para siempre" está narrado por Jorge, el protagonista. A pesar de no trabajar ya como contable en un concesionario de coches, un antiguo compañero, Magaña, un sentimental, se encargaba de invitarle cada año a las reuniones conmemorativas que organizaba la plantilla del taller. A medida que pasaban los años, el protagonista se sentía más alejado de aquel ambiente puesto que ahora trabajaba en un banco, pero pese a todo acudía a las reuniones que celebraban cercana la Navidad y en la festividad de San Cristóbal. A pesar de que según Magaña se estaba convirtiendo en un señorito con corbata, todos los del taller querían seguir viéndolo porque lo consideraban uno más.
Aunque Jorge acudía a las cenas cada vez con peor ánimo, cuando se reencontraba con sus viejos camaradas se sentía a gusto. Aunque él creía haber cambiado, el mundo del taller parecía detenido para siempre: todos seguían siendo los mismos, trabajando en lo mismo, logrando no pensar prácticamente en nada. Los antiguos compañeros del taller, Magaña, Zubeldia, Joshua, eran personajes estereotipados. Joshua, el más joven, era el único que se interesaba por su trabajo, buscando salir del taller.
A Jorge le incomodaban las cenas del taller porque el tema de conversación era el propio taller y él cada vez se sentía más alejado de las anécdotas que allí se contaban y a duras penas recordaba a los clientes; los compañeros del taller no compartían intimidades personales entre ellos.
El paso de los años alejaba a Jorge cada vez más de estas cenas, ya casi sin conocer a los operarios del taller, pero aún así, acudía. Con el tiempo puede que no quedara nadie que recordara qué hacía en aquellas cenas y qué quería celebrar con aquella buena gente.
En "Atardecer en la feria" el protagonista, también llamado Jorge, rememora en primera persona recuerdos de su infancia. De pequeño odiaba las ferias, aunque acudía siempre con sus padres, porque consideraba que eran lugares donde siempre había que pasarlo bien, pero a él no le gustaron nunca ni las multitudes ni el aspecto triste de los empleados de las taquillas. Si ahora se paseaba por las barracas de las ferias era porque buscaba a sus hijos, Diego y Elena, para verlos al fin.
Trabajaba en su casa como redactor de enciclopedias, y tanto los niños como Ana, la que fuera su mujer, no parecían apreciar ni respetar su trabajo. Hacía dos años que no veía a sus hijos, pero un hombre solo, sin niños, en medio de una feria, parecía levantar sospechas, aunque él sólo quería adivinar en la cara de los niños a sus propios hijos.
En "Jardín de infancia" una representante de la organización Niños por la Paz y un funcionario de la administración pública, Jorge, que es el que narra la historia, se ven obligados a colaborar para que todos los niños del mundo fueran un poco más felices. El funcionario tenía en casa su propio drama: su hija nació con muy poco peso y desde ese día su vida y la de María, su mujer, se consagraron a ella. Las noches se convirtieron en "un insomnio crónico, a cuenta del llanto de la niña, y una pugna inútil por conseguir que se durmiera". María había renunciado a su trabajo y vivía absorbida por la pequeña.
Los prejuicios que Jorge tenía sobre el verdadero motivo que según él guiaba a la representante de la organización y los difíciles problemas familiares derivados de la mala salud de su hija dan al traste con la colaboración. Jorge tenía un gran defecto, podía llegar a odiar a aquellos que eran o demostraban ser mejores que él y los remordimientos por sus actos podían acompañarle durante mucho tiempo.
"Azul marino o gris marengo" es el relato más extenso del libro, y el que más me ha gustado. Como suele pasar en estos casos, a medida que te acercas al desenlace crees que va a concluir de una manera, pero el autor consigue de algún modo sorprendernos, y no siempre para bien (poniéndonos en la piel del protagonista, puede que nos hubiéramos comportado de otra manera).
El título del relato hace referencia al color de un traje que el protagonista, a su vez narrador de la historia, y también llamado Jorge, debe ponerse para asistir a una boda. Su familia, y sobre todo su madre, le habían exigido convertirse en un hombre elegante, pero él no estaba dotado para estos menesteres.
Terminados sus estudios en ciencias empresariales Jorge encontró trabajo en una multinacional donde debía vestir como auténtico ejecutivo. Un antiguo compañero de estudios, Peláez, fue amonestado en su trabajo, a pesar de que era alguien brillante, por su inadecuada forma de vestir; en la empresa le hicieron el vacío y él acabó despidiéndose. Para evitar que a él le pasara lo mismo se dejaba aconsejar por su madre. Llegó a creer que era imposible poder vestir de otra manera:
Las numerosas reuniones familiares a las que tenían que asistir a causa de la extensa familia de Tatiana hacían que Jorge estuviera encadenado a un traje los días laborables y también los fines de semana. Con el tiempo su novia reclamaría su ámbito de influencia a la hora de decidir su atuendo y eso podría no gustar a su madre. Hacer caso a una o a otra podía desencadenar una guerra y Jorge se vería obligado a llevar una política pacificadora. Pero ¿no sería mejor romper con las reglas marcadas por los demás y vivir como uno realmente quiere sin atarse a convencionalismos?.
En "País en armas, héroes de barro" el protagonista y a la vez narrador de la historia, Jorge, nos habla de su hermano Alfonso, con el que se llevaba más o menos bien, a pesar de que Alfonso trabajaba para el gobierno, cosa que Jorge no envidiaba, porque a su modo de ver este trabajo no era más que una excusa para llenar su agenda de insignificantes compromisos. Los dos hermanos se profesaban cariño, y aunque su madre siempre supo que Alfonso progresaría en la vida y que debía ayudar a su hermano, a éste no le iba mal es su oficio de escritor.
Las vidas privadas de ambos hermanos eran bien distintas. Alfonso se había casado con Tamara, una chica medianamente guapa y tenían dos hijos pequeños; Jorge vivía solo en un pequeño apartamento que por temporadas compartía con alguna mujer, aunque sin ninguna idea de atarse, y en ocasiones ejercía de canguro para sus sobrinos, cuando sus padres salían por la noche, debido a sus muchos compromisos.
Alfonso tenía ambiciones y carnet del partido en el gobierno, aunque evitaba hablar de política. Había alcanzado el máximo nivel salarial como funcionario público, pero no dudaba en endeudarse con el fin de ampliar su patrimonio. Disfrutaba con su trabajo y siempre releía los convenios buscando aumentar sus dietas o días de permiso, porque llevaba además una agitada vida social. Nunca tuvo Jorge claro a qué departamento del gobierno estaba adscrito, porque en sus conversaciones no aludía a contenidos, proyectos o programas, no era de mojarse, aunque sí hablaba de la torpeza de algún consejero en actos públicos, chaquetas arrugadas de algún director general... El gobierno, para Alfonso, eran los que iban y venían, la categoría de los hoteles en los europeístas viajes a Estrasburgo o a Bruselas, la textura de los trajes en las galas o la calidad de los menús en las cenas oficiales, las tarjetas de crédito a cargo del presupuesto público...
A pesar de los muchos compromisos institucionales de Alfonso, a los que arrastraba también a su mujer, tenía tiempo para preguntar a Jorge sobre cómo le iba la vida. Aunque Alfonso debía consagrar los fines de semana a ocuparse de la familia, durante el resto de los días desplegaba una continua representación de sí mismo y de su cargo.
Alfonso llegó a ser director general con subida de sueldo y Jorge consiguió publicar su primera novela; ese hecho haría que compartieran espacio en los periódicos, Jorge como columnista opinando sobre los actos de terrorismo que se estaban produciendo con mayor frecuencia en la zona, y Alfonso con su nombre resaltado en negrita entre los asistentes de alguna inauguración en las notas de sociedad. A pesar de tener profesiones tan dispares, el significarse en los medios condenando la violencia podría tener nefastas consecuencias... en cambio, la política está llena de compromisos.
Conclusión
Estamos ante un libro corto, pero intenso. Al tratarse de relatos, unos siempre pueden gustar más que otros, pero en conjunto está bien. Ya he comentado más arriba que el que más me ha gustado es "Azul marino o gris marengo", que es además el más extenso, pero debo reconocer que el libro en su conjunto se disfruta, aunque como ocurre a veces en el caso de los relatos el lector quisiera darle otro final a los mismos o se esperara alguna sorpresa distinta. Lo que sí me ha gustado y mucho es la forma de escribir de Pedro Ugarte, con frases largas, pausadas por comas, que nos ayudan a acercarnos a los pensamientos de los protagonistas narradores de las historias que aquí se relatan, y todo ello aderezado con un vocabulario del que he disfrutado.
Libro recomendable para despejar la mente tras otras lecturas más extensas. Aunque el nombre del protagonista coincide, son cinco historias que no están relacionadas entre sí y que pueden ser leídas de forma independiente, en ratos sueltos; eso es lo bueno de los relatos, y si están bien escritos, como el caso que nos ocupa, atraen.
Acercamiento a los relatos que conforman el libro
"Amigos para siempre" está narrado por Jorge, el protagonista. A pesar de no trabajar ya como contable en un concesionario de coches, un antiguo compañero, Magaña, un sentimental, se encargaba de invitarle cada año a las reuniones conmemorativas que organizaba la plantilla del taller. A medida que pasaban los años, el protagonista se sentía más alejado de aquel ambiente puesto que ahora trabajaba en un banco, pero pese a todo acudía a las reuniones que celebraban cercana la Navidad y en la festividad de San Cristóbal. A pesar de que según Magaña se estaba convirtiendo en un señorito con corbata, todos los del taller querían seguir viéndolo porque lo consideraban uno más.
Aunque Jorge acudía a las cenas cada vez con peor ánimo, cuando se reencontraba con sus viejos camaradas se sentía a gusto. Aunque él creía haber cambiado, el mundo del taller parecía detenido para siempre: todos seguían siendo los mismos, trabajando en lo mismo, logrando no pensar prácticamente en nada. Los antiguos compañeros del taller, Magaña, Zubeldia, Joshua, eran personajes estereotipados. Joshua, el más joven, era el único que se interesaba por su trabajo, buscando salir del taller.
A Jorge le incomodaban las cenas del taller porque el tema de conversación era el propio taller y él cada vez se sentía más alejado de las anécdotas que allí se contaban y a duras penas recordaba a los clientes; los compañeros del taller no compartían intimidades personales entre ellos.
El paso de los años alejaba a Jorge cada vez más de estas cenas, ya casi sin conocer a los operarios del taller, pero aún así, acudía. Con el tiempo puede que no quedara nadie que recordara qué hacía en aquellas cenas y qué quería celebrar con aquella buena gente.
En "Atardecer en la feria" el protagonista, también llamado Jorge, rememora en primera persona recuerdos de su infancia. De pequeño odiaba las ferias, aunque acudía siempre con sus padres, porque consideraba que eran lugares donde siempre había que pasarlo bien, pero a él no le gustaron nunca ni las multitudes ni el aspecto triste de los empleados de las taquillas. Si ahora se paseaba por las barracas de las ferias era porque buscaba a sus hijos, Diego y Elena, para verlos al fin.
Trabajaba en su casa como redactor de enciclopedias, y tanto los niños como Ana, la que fuera su mujer, no parecían apreciar ni respetar su trabajo. Hacía dos años que no veía a sus hijos, pero un hombre solo, sin niños, en medio de una feria, parecía levantar sospechas, aunque él sólo quería adivinar en la cara de los niños a sus propios hijos.
"La feria era un paisaje lúgubre, una despiadada mentira alzada sobre estructuras herrumbrosas, recubierta de cartón piedra y decorada, por último, con luces hipnotizantes y estridentes altavoces."Ana había rehecho su vida con un ingeniero de múltiples virtudes y ahora lo que el protagonista más temía era que sus hijos no le reconocieran, lo que era bastante probable. No había sitio para él en aquella familia feliz.
En "Jardín de infancia" una representante de la organización Niños por la Paz y un funcionario de la administración pública, Jorge, que es el que narra la historia, se ven obligados a colaborar para que todos los niños del mundo fueran un poco más felices. El funcionario tenía en casa su propio drama: su hija nació con muy poco peso y desde ese día su vida y la de María, su mujer, se consagraron a ella. Las noches se convirtieron en "un insomnio crónico, a cuenta del llanto de la niña, y una pugna inútil por conseguir que se durmiera". María había renunciado a su trabajo y vivía absorbida por la pequeña.
Los prejuicios que Jorge tenía sobre el verdadero motivo que según él guiaba a la representante de la organización y los difíciles problemas familiares derivados de la mala salud de su hija dan al traste con la colaboración. Jorge tenía un gran defecto, podía llegar a odiar a aquellos que eran o demostraban ser mejores que él y los remordimientos por sus actos podían acompañarle durante mucho tiempo.
"Azul marino o gris marengo" es el relato más extenso del libro, y el que más me ha gustado. Como suele pasar en estos casos, a medida que te acercas al desenlace crees que va a concluir de una manera, pero el autor consigue de algún modo sorprendernos, y no siempre para bien (poniéndonos en la piel del protagonista, puede que nos hubiéramos comportado de otra manera).
El título del relato hace referencia al color de un traje que el protagonista, a su vez narrador de la historia, y también llamado Jorge, debe ponerse para asistir a una boda. Su familia, y sobre todo su madre, le habían exigido convertirse en un hombre elegante, pero él no estaba dotado para estos menesteres.
"La elegancia (como la belleza, el talento, la bondad, como tantas otras cosas) es un don o una especie de milagro. Y ese don, supe muy pronto, no se me había concedido, o ese milagro, también lo supe, nunca tuvo visos de acontecer".Era su madre la que compraba su ropa elegante, alfileres de corbatas, cinturones de cocodrilo... Jorge admiraba a quienes eran capaces de dedicar tiempo a combinar su ropa, pero él no estaba dotado para ello, y prefería invertir su tiempo en cosas más productivas. Era su madre la que dejaba la ropa dispuesta en su galán de noche para evitarle malas combinaciones, porque en su opinión "el aspecto exterior era un criterio de evaluación más fiable que un curriculum vitae, un expediente académico o una ficha policial."
Terminados sus estudios en ciencias empresariales Jorge encontró trabajo en una multinacional donde debía vestir como auténtico ejecutivo. Un antiguo compañero de estudios, Peláez, fue amonestado en su trabajo, a pesar de que era alguien brillante, por su inadecuada forma de vestir; en la empresa le hicieron el vacío y él acabó despidiéndose. Para evitar que a él le pasara lo mismo se dejaba aconsejar por su madre. Llegó a creer que era imposible poder vestir de otra manera:
"Amparado en un traje distinguido, la vida tendía a desplazarse bajo otras coordenadas, como si el aspecto lubricara determinadas relaciones sociales y franqueara algunos accesos."Rodeándose de gente importante cae en brazos de Tatiana, una chica fina, delgada, elegante y de buena familia, que pugnará con su madre para manejar su aspecto y su vida, y Jorge se dejaba llevar, arrastrado a un compromiso que parecía estar escrito porque madre y novia parecían entenderse a la perfección.
Las numerosas reuniones familiares a las que tenían que asistir a causa de la extensa familia de Tatiana hacían que Jorge estuviera encadenado a un traje los días laborables y también los fines de semana. Con el tiempo su novia reclamaría su ámbito de influencia a la hora de decidir su atuendo y eso podría no gustar a su madre. Hacer caso a una o a otra podía desencadenar una guerra y Jorge se vería obligado a llevar una política pacificadora. Pero ¿no sería mejor romper con las reglas marcadas por los demás y vivir como uno realmente quiere sin atarse a convencionalismos?.
En "País en armas, héroes de barro" el protagonista y a la vez narrador de la historia, Jorge, nos habla de su hermano Alfonso, con el que se llevaba más o menos bien, a pesar de que Alfonso trabajaba para el gobierno, cosa que Jorge no envidiaba, porque a su modo de ver este trabajo no era más que una excusa para llenar su agenda de insignificantes compromisos. Los dos hermanos se profesaban cariño, y aunque su madre siempre supo que Alfonso progresaría en la vida y que debía ayudar a su hermano, a éste no le iba mal es su oficio de escritor.
Las vidas privadas de ambos hermanos eran bien distintas. Alfonso se había casado con Tamara, una chica medianamente guapa y tenían dos hijos pequeños; Jorge vivía solo en un pequeño apartamento que por temporadas compartía con alguna mujer, aunque sin ninguna idea de atarse, y en ocasiones ejercía de canguro para sus sobrinos, cuando sus padres salían por la noche, debido a sus muchos compromisos.
Alfonso tenía ambiciones y carnet del partido en el gobierno, aunque evitaba hablar de política. Había alcanzado el máximo nivel salarial como funcionario público, pero no dudaba en endeudarse con el fin de ampliar su patrimonio. Disfrutaba con su trabajo y siempre releía los convenios buscando aumentar sus dietas o días de permiso, porque llevaba además una agitada vida social. Nunca tuvo Jorge claro a qué departamento del gobierno estaba adscrito, porque en sus conversaciones no aludía a contenidos, proyectos o programas, no era de mojarse, aunque sí hablaba de la torpeza de algún consejero en actos públicos, chaquetas arrugadas de algún director general... El gobierno, para Alfonso, eran los que iban y venían, la categoría de los hoteles en los europeístas viajes a Estrasburgo o a Bruselas, la textura de los trajes en las galas o la calidad de los menús en las cenas oficiales, las tarjetas de crédito a cargo del presupuesto público...
A pesar de los muchos compromisos institucionales de Alfonso, a los que arrastraba también a su mujer, tenía tiempo para preguntar a Jorge sobre cómo le iba la vida. Aunque Alfonso debía consagrar los fines de semana a ocuparse de la familia, durante el resto de los días desplegaba una continua representación de sí mismo y de su cargo.
Alfonso llegó a ser director general con subida de sueldo y Jorge consiguió publicar su primera novela; ese hecho haría que compartieran espacio en los periódicos, Jorge como columnista opinando sobre los actos de terrorismo que se estaban produciendo con mayor frecuencia en la zona, y Alfonso con su nombre resaltado en negrita entre los asistentes de alguna inauguración en las notas de sociedad. A pesar de tener profesiones tan dispares, el significarse en los medios condenando la violencia podría tener nefastas consecuencias... en cambio, la política está llena de compromisos.
Conclusión
Estamos ante un libro corto, pero intenso. Al tratarse de relatos, unos siempre pueden gustar más que otros, pero en conjunto está bien. Ya he comentado más arriba que el que más me ha gustado es "Azul marino o gris marengo", que es además el más extenso, pero debo reconocer que el libro en su conjunto se disfruta, aunque como ocurre a veces en el caso de los relatos el lector quisiera darle otro final a los mismos o se esperara alguna sorpresa distinta. Lo que sí me ha gustado y mucho es la forma de escribir de Pedro Ugarte, con frases largas, pausadas por comas, que nos ayudan a acercarnos a los pensamientos de los protagonistas narradores de las historias que aquí se relatan, y todo ello aderezado con un vocabulario del que he disfrutado.
Libro recomendable para despejar la mente tras otras lecturas más extensas. Aunque el nombre del protagonista coincide, son cinco historias que no están relacionadas entre sí y que pueden ser leídas de forma independiente, en ratos sueltos; eso es lo bueno de los relatos, y si están bien escritos, como el caso que nos ocupa, atraen.