A pesar de los rigores del mes de agosto, en #SoyYincanera no hemos bajado el ritmo lector, y de nuevo hemos cambiado de registro con la lectura de la novela que aquí os traigo, mi primer acercamiento a la autora, y todo un descubrimiento.
Sin más, vamos con los datos técnicos del libro:
Título: Todos los veranos del mundo
Autora: Mónica Gutiérrez Artero
Editorial: Roca Editorial
ISBN: 978-84-17092-92-4
Formato: Rústica con solapas
Primera edición: julio de 2018
208 páginas
PVP: 17'90€
Sinopsis (trasera del libro)
Helena no sabe cómo sobreviven las familias cuando coinciden todos sus miembros adultos bajo el mismo techo, pero está a punto de averiguarlo. Decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos los veranos de su infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. La pequeña localidad a pie de los Pirineos ha permanecido casi inmutable en el tiempo, con sus amables habitantes y sus gratos recuerdos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida deja de ser tan tranquila en el pueblo. Quizá sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea el tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Sobre la autora
Mónica Gutiérrez nació y vive en Barcelona. Es licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y en Historia por la Universitat de Barceloa (UA). Apasionada lectora, escribe novela, relatos y poesía. En la actualidad compagina la escritura de ficción con la docencia y suele charlar de literatura con buenos amigos en su blog. Debutó en el mundo de la publicación con Cuéntame una noctalia, y las buenas críticas de Un hotel en ninguna parte, su segunda novela, han mantenido a la autora durante más de un año en la lista de los más vendidos de Amazon. El noviembre de Kate (2016) fue su primera novela con Roca Editorial.
Impresiones sobre el libro
Tengo que empezar esta reseña reconociendo que la lectura de "Todos los veranos del mundo" ha supuesto mi primer acercamiento a esta autora, de la que sí tenía referencia a través de comentarios sobre su blog y sus libros en las distintas redes sociales, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de que una obra suya cayera en mis manos, y debo reconocer que ha sido una experiencia interesante, y que seguro repetiré si algo más por ella escrito cae de nuevo en mis manos.
Creo que han catalogado este libro como ejemplo de feel-good (novelas que te hacen sentir bien), pero lo cierto es que no soy yo de poner demasiadas etiquetas, y reconozco que cuando una de estas etiquetas, en inglés para más señas, se me presenta, tengo tendencia a buscar qué significan. No sé si puede catalogarse así esta novela que hoy os traigo, lo cierto es que estamos ante una lectura con toques románticos y algo de nostalgia, y es precisamente en ese punto de nostalgia donde los lectores pueden sentirse más o menos identificados (no diré que me he sentido como una Helena que vuelve a su pueblo a disfrutar de las que eran sus raíces, pero la lectura de este libro me ha recordado algunos de los veranos que pasaba de niña en el pueblo de mi padre, con tíos y primos, y en ese sentido personalmente he disfrutado con la lectura del libro).
Si algo tiene "Todos los veranos del mundo" es que es ante todo una historia muy fácil de leer y de seguir, y ello es gracias a la prosa empleada por la autora y por la trama que en el libro nos cuenta, una historia sencilla de una familia sencilla en la que muchos podemos sentirnos identificados, aunque no todos tengamos como la protagonista una masía rural a la que volver en un pueblo perdido cercano a los Pirineos. Y precisamente eso hace la protagonista, Helena, que vuelve al pueblo de su infancia para reencontrarse con familiares, vecinos y amigos. Dueña de una vida más o menos acomodada, en la que están perfiladas cada una de sus obligaciones, trabajando para un prestigioso bufete de abogados que recientemente ha prescindido de sus servicios, Helena vuelve al pueblo de su infancia para retomar el contacto con sus raíces y para preparar su boda con Jofre, uno de los jueces más jóvenes de la Audiencia Provincial de lo Civil de Barcelona con el que lleva viviendo dos años. Desde el primer momento intuimos como lectores que algo no va bien en esta relación, porque Helena no ha buscado ni vestido para una boda que se celebra en pocas semanas, y el novio no acude con ella a los preparativos. Los hermanos de Helena, Xavier, escritor de éxito, y Silvia, militante y activista en Greenpeace, no ven con buenos ojos esta boda, que ven más fruto del conformismo que del amor, y las conversaciones que Helena mantenga con ellos, con su madre y con sus sobrinos, a los que apenas le unía nada, van a cambiar la forma de pensar de la protagonista, que en los pocos días que pasará rodeada de los suyos y de los recuerdos de su infancia va a trastocar sus planes de futuro, haciendo que se plantee cosas que antes creía muy importantes.
Junto a sus hermanos, Helena tendrá oportunidad de acercarse a la figura de su madre, que tras la muerte de su marido se ha reinventado poniéndose al frente de una escuela de cocina aprovechando el turismo rural en la zona, y algunos de los personajes que asisten o están vinculados a estas clases también darán color a la historia que nos trae Mónica Gutiérrez, como el señor Serra, un personaje que le da un aire al escritor Eduardo Mendoza, y con el que la madre de Helena está encantada de ejercer de profesora culinaria, aunque como el resto de los alumnos su capacidad de aprendizaje deje bastante que desear.
Aunque pueda parecernos que la relación de Helena con su hermana Silvia no es todo lo idílica que cabría esperar entre hermanas, porque las dos son muy diferentes (una se ve obligada a defender a las grandes empresas petroleras; la otra como activista a los que luchan contra ellas), los diálogos que mantienen entre ellas sobre la familia, los intereses de cada una y los recuerdos que sí las unen ponen de manifiesto que tienen más en común de lo que pensaban, y esto es un punto a favor de la autora, que ha conseguido que en unos personajes en apariencia sencillos y esteriotipados podamos sentirnos identificados, o que al menos reconozcamos en ellos a algunos familiares o amigos que nos rodean, a los que no siempre nos atrevemos a decirles lo que pensamos, ni a tratarlos con todo el cariño que se merecen.
Estamos ante una historia entrañable y familiar, de recuerdos, de vuelta a los orígenes, narrada por la propia protagonista, Helena, que a través de recuerdos y gracias a unos diálogos abundantes va a dibujar un panorama familiar entretenido, divertido, que da lugar a risas y llantos, al recuerdo de anécdotas, al conocimiento de lugares sorprendentes dentro del mismo pueblo (la propia casa a la que vuelve la familia que ha cambiado su aspecto general y se ha convertido en un negocio que quiere aprovechar el auge del turismo rural), al descubrimiento de lugares con encanto, como La biblioteca voladora, un pequeño negocio de venta (o más bien de disfrute de libros) regentado por un personaje peculiar, Jonathan Strenge, más preocupado por mantener una buena conversación sobre libros con posibles clientes que por vender esos mismos libros, con el que particularmente no me importaría compartir una taza de té acompañada de un bollo delicious o galletitas (tendréis que leer el libro para conocer a este fantástico personaje), o una curiosa floristería regentada por un tipo fornido con pinta de vikingo, y que también dará mucho juego en la trama. Y por si fuera poco, Helena se va a encontrar con un amigo de infancia, Marc Montañés, al que va a volver a unirse gracias al encanto del pueblo, la serenidad que allí se respira y el recuerdo de momentos vividos en el pasado. Es cierto que a medida que vas entrando en la historia tienes la sensación de que todo va a acabar bien, de que los protagonistas no van a tomar malas decisiones, de que todo parece fácil, pero está tan bien escrito y tan bien narrado que entras de lleno en la trama, la acabas comprando, y cuando se acerca el final del libro quedas con ganas de más. No te molesta que la historia no te haya deparado sorpresas, quieres que acabe bien y lo consigue. El libro tiene la virtud de que te hace rememorar tus propios recuerdos de infancia, te hace reflexionar sobre cosas que dejaste de decir o hacer, hace que eches de menos a los que ya no están contigo, pero desde la añoranza, y te hace reflexionar acordándote de cómo eran sin idealizarlos, algo que en ocasiones hacemos.
Estamos ante una historia fresca, muy bien narrada, con profusión de diálogos, que se nos queda corta, porque bien podría ser leída de tirón, pero nos gusta disfrutar las lecturas y las saboreamos, y la autora ha conseguido que con su libro también disfrutemos, haciendo un repaso de una manera sutil por algunos títulos de la literatura que nos han acompañado a lo largo de la vida (Helena y Marc sin ir más lejos son Peter Pan y Wendy). Personalmente a mí me ha removido recuerdos personales y es algo que he agradecido, me han gustado los guiños a personajes carismáticos que dan su punto de extravagancia y humor a la trama, y he disfrutado con la historia en general y con lo que quiere transmitir. Ya sé que últimamente lo digo mucho, pero es cierto, y creo que en el caso de Mónica sea más fácil que repita, porque creo que sus novelas no son demasiado extensas y me gusta su forma de escribir, así que pasado con nota este primer acercamiento a su forma de narrar, no dudaré en repetir si algo suyo se cruza en mi camino. Me ha gustado el estilo, y ha sido un soplo de aire fresco entre la lectura de la novela negra con la que tanto disfruto. He quedado contenta con la experiencia y no dudo en recomendar esta lectura, si queréis una novela ágil, con trama interesante y fácil de leer para este final de verano que ya se nos va, aunque os advierto que si la cogéis os va a durar un par de tardes si acaso entre las manos, porque gracias a la abundancia de diálogo y a los veintidós capítulos cortos en los que se divide, cada uno de ellos con un título específico, se devora. Si tenéis oportunidad, no la dejéis pasar. Yo no me he arrepentido de que haya sido uno de los títulos elegidos como lectura en #SoyYincanera.
Gracias a las responsables de la iniciativa y a Roca Editorial por el ejemplar.
¡Nos leemos!
ISBN: 978-84-17092-92-4
Formato: Rústica con solapas
Primera edición: julio de 2018
208 páginas
PVP: 17'90€
Sinopsis (trasera del libro)
Helena no sabe cómo sobreviven las familias cuando coinciden todos sus miembros adultos bajo el mismo techo, pero está a punto de averiguarlo. Decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos los veranos de su infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. La pequeña localidad a pie de los Pirineos ha permanecido casi inmutable en el tiempo, con sus amables habitantes y sus gratos recuerdos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida deja de ser tan tranquila en el pueblo. Quizá sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea el tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Sobre la autora
Mónica Gutiérrez nació y vive en Barcelona. Es licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y en Historia por la Universitat de Barceloa (UA). Apasionada lectora, escribe novela, relatos y poesía. En la actualidad compagina la escritura de ficción con la docencia y suele charlar de literatura con buenos amigos en su blog. Debutó en el mundo de la publicación con Cuéntame una noctalia, y las buenas críticas de Un hotel en ninguna parte, su segunda novela, han mantenido a la autora durante más de un año en la lista de los más vendidos de Amazon. El noviembre de Kate (2016) fue su primera novela con Roca Editorial.
Impresiones sobre el libro
Tengo que empezar esta reseña reconociendo que la lectura de "Todos los veranos del mundo" ha supuesto mi primer acercamiento a esta autora, de la que sí tenía referencia a través de comentarios sobre su blog y sus libros en las distintas redes sociales, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de que una obra suya cayera en mis manos, y debo reconocer que ha sido una experiencia interesante, y que seguro repetiré si algo más por ella escrito cae de nuevo en mis manos.
Creo que han catalogado este libro como ejemplo de feel-good (novelas que te hacen sentir bien), pero lo cierto es que no soy yo de poner demasiadas etiquetas, y reconozco que cuando una de estas etiquetas, en inglés para más señas, se me presenta, tengo tendencia a buscar qué significan. No sé si puede catalogarse así esta novela que hoy os traigo, lo cierto es que estamos ante una lectura con toques románticos y algo de nostalgia, y es precisamente en ese punto de nostalgia donde los lectores pueden sentirse más o menos identificados (no diré que me he sentido como una Helena que vuelve a su pueblo a disfrutar de las que eran sus raíces, pero la lectura de este libro me ha recordado algunos de los veranos que pasaba de niña en el pueblo de mi padre, con tíos y primos, y en ese sentido personalmente he disfrutado con la lectura del libro).
Si algo tiene "Todos los veranos del mundo" es que es ante todo una historia muy fácil de leer y de seguir, y ello es gracias a la prosa empleada por la autora y por la trama que en el libro nos cuenta, una historia sencilla de una familia sencilla en la que muchos podemos sentirnos identificados, aunque no todos tengamos como la protagonista una masía rural a la que volver en un pueblo perdido cercano a los Pirineos. Y precisamente eso hace la protagonista, Helena, que vuelve al pueblo de su infancia para reencontrarse con familiares, vecinos y amigos. Dueña de una vida más o menos acomodada, en la que están perfiladas cada una de sus obligaciones, trabajando para un prestigioso bufete de abogados que recientemente ha prescindido de sus servicios, Helena vuelve al pueblo de su infancia para retomar el contacto con sus raíces y para preparar su boda con Jofre, uno de los jueces más jóvenes de la Audiencia Provincial de lo Civil de Barcelona con el que lleva viviendo dos años. Desde el primer momento intuimos como lectores que algo no va bien en esta relación, porque Helena no ha buscado ni vestido para una boda que se celebra en pocas semanas, y el novio no acude con ella a los preparativos. Los hermanos de Helena, Xavier, escritor de éxito, y Silvia, militante y activista en Greenpeace, no ven con buenos ojos esta boda, que ven más fruto del conformismo que del amor, y las conversaciones que Helena mantenga con ellos, con su madre y con sus sobrinos, a los que apenas le unía nada, van a cambiar la forma de pensar de la protagonista, que en los pocos días que pasará rodeada de los suyos y de los recuerdos de su infancia va a trastocar sus planes de futuro, haciendo que se plantee cosas que antes creía muy importantes.
Junto a sus hermanos, Helena tendrá oportunidad de acercarse a la figura de su madre, que tras la muerte de su marido se ha reinventado poniéndose al frente de una escuela de cocina aprovechando el turismo rural en la zona, y algunos de los personajes que asisten o están vinculados a estas clases también darán color a la historia que nos trae Mónica Gutiérrez, como el señor Serra, un personaje que le da un aire al escritor Eduardo Mendoza, y con el que la madre de Helena está encantada de ejercer de profesora culinaria, aunque como el resto de los alumnos su capacidad de aprendizaje deje bastante que desear.
Aunque pueda parecernos que la relación de Helena con su hermana Silvia no es todo lo idílica que cabría esperar entre hermanas, porque las dos son muy diferentes (una se ve obligada a defender a las grandes empresas petroleras; la otra como activista a los que luchan contra ellas), los diálogos que mantienen entre ellas sobre la familia, los intereses de cada una y los recuerdos que sí las unen ponen de manifiesto que tienen más en común de lo que pensaban, y esto es un punto a favor de la autora, que ha conseguido que en unos personajes en apariencia sencillos y esteriotipados podamos sentirnos identificados, o que al menos reconozcamos en ellos a algunos familiares o amigos que nos rodean, a los que no siempre nos atrevemos a decirles lo que pensamos, ni a tratarlos con todo el cariño que se merecen.
"- Yo no quería venir aquí este verano. Tampoco vine el anterior, ni siquiera por Navidades. Tenía miedo de que, si volvía a la casa de los abuelos, me dolería tantísimo la ausencia de mi padre que ni siquiera podría respirar. Pensé que sería horrible estar de nuevo aquí, en su pueblo, en donde yo había sido tan feliz durante mi infancia."
"... no importa lo lejos que corras a esconderte, la vida acaba por encontrarte."
"Silvia no lo sabe, y no se lo diría por nada del mundo, pero desde aquel día en el que se marchó de casa dejándome un paquete de color cereza sobre la cama, no he vuelto a llevar jamás calcetines negros. Ahora los tengo de todos los colores, con rayas, con topos, incluso con búhos y gatitos estampados. Mis preferidos son unos blancos, de rayas rosa pastel, con pequeñas mariposas moradas, doradas y verdes bordadas por todas partes".Con Xavier, el hermano escritor de éxito, Helena parece llevarse algo mejor, porque ha sido su confidente en la infancia, el punto de unión entre ella y Silvia, de la que era hermana pero no amiga íntima, quizá porque Xavier era el mayor, al igual que su padre, tristemente fallecido, era el motor de unión en la familia, al que los niños acudían para entretenerse y al que daban más besos y abrazos. Quizá por este motivo Helena no acepta de buen grado los cambios que se han producido en su casa, como si el hecho de convertir la masía en una escuela de cocina invadiera los recuerdos de su padre, a lo que no contribuye que su madre hubiera retirado todas las fotografías. La madre de Helena no se nos presenta como alguien frío, simplemente tiene otra manera de manifestar sus sentimientos (a esto me refería cuando más arriba indicaba que podemos reconocer en la prosa de la autora y en los personajes por ella creados a algunos familiares o amigos con los que podemos identificar a los protagonistas que aquí se nos plantean).
Estamos ante una historia entrañable y familiar, de recuerdos, de vuelta a los orígenes, narrada por la propia protagonista, Helena, que a través de recuerdos y gracias a unos diálogos abundantes va a dibujar un panorama familiar entretenido, divertido, que da lugar a risas y llantos, al recuerdo de anécdotas, al conocimiento de lugares sorprendentes dentro del mismo pueblo (la propia casa a la que vuelve la familia que ha cambiado su aspecto general y se ha convertido en un negocio que quiere aprovechar el auge del turismo rural), al descubrimiento de lugares con encanto, como La biblioteca voladora, un pequeño negocio de venta (o más bien de disfrute de libros) regentado por un personaje peculiar, Jonathan Strenge, más preocupado por mantener una buena conversación sobre libros con posibles clientes que por vender esos mismos libros, con el que particularmente no me importaría compartir una taza de té acompañada de un bollo delicious o galletitas (tendréis que leer el libro para conocer a este fantástico personaje), o una curiosa floristería regentada por un tipo fornido con pinta de vikingo, y que también dará mucho juego en la trama. Y por si fuera poco, Helena se va a encontrar con un amigo de infancia, Marc Montañés, al que va a volver a unirse gracias al encanto del pueblo, la serenidad que allí se respira y el recuerdo de momentos vividos en el pasado. Es cierto que a medida que vas entrando en la historia tienes la sensación de que todo va a acabar bien, de que los protagonistas no van a tomar malas decisiones, de que todo parece fácil, pero está tan bien escrito y tan bien narrado que entras de lleno en la trama, la acabas comprando, y cuando se acerca el final del libro quedas con ganas de más. No te molesta que la historia no te haya deparado sorpresas, quieres que acabe bien y lo consigue. El libro tiene la virtud de que te hace rememorar tus propios recuerdos de infancia, te hace reflexionar sobre cosas que dejaste de decir o hacer, hace que eches de menos a los que ya no están contigo, pero desde la añoranza, y te hace reflexionar acordándote de cómo eran sin idealizarlos, algo que en ocasiones hacemos.
Estamos ante una historia fresca, muy bien narrada, con profusión de diálogos, que se nos queda corta, porque bien podría ser leída de tirón, pero nos gusta disfrutar las lecturas y las saboreamos, y la autora ha conseguido que con su libro también disfrutemos, haciendo un repaso de una manera sutil por algunos títulos de la literatura que nos han acompañado a lo largo de la vida (Helena y Marc sin ir más lejos son Peter Pan y Wendy). Personalmente a mí me ha removido recuerdos personales y es algo que he agradecido, me han gustado los guiños a personajes carismáticos que dan su punto de extravagancia y humor a la trama, y he disfrutado con la historia en general y con lo que quiere transmitir. Ya sé que últimamente lo digo mucho, pero es cierto, y creo que en el caso de Mónica sea más fácil que repita, porque creo que sus novelas no son demasiado extensas y me gusta su forma de escribir, así que pasado con nota este primer acercamiento a su forma de narrar, no dudaré en repetir si algo suyo se cruza en mi camino. Me ha gustado el estilo, y ha sido un soplo de aire fresco entre la lectura de la novela negra con la que tanto disfruto. He quedado contenta con la experiencia y no dudo en recomendar esta lectura, si queréis una novela ágil, con trama interesante y fácil de leer para este final de verano que ya se nos va, aunque os advierto que si la cogéis os va a durar un par de tardes si acaso entre las manos, porque gracias a la abundancia de diálogo y a los veintidós capítulos cortos en los que se divide, cada uno de ellos con un título específico, se devora. Si tenéis oportunidad, no la dejéis pasar. Yo no me he arrepentido de que haya sido uno de los títulos elegidos como lectura en #SoyYincanera.
Gracias a las responsables de la iniciativa y a Roca Editorial por el ejemplar.
¡Nos leemos!